EL PAíS • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
Claudio Morresi estuvo presente en el estadio de River durante los partidos del Mundial ’78. Tuvo que escuchar el discurso de apertura que dio el dictador Videla doblado por el dolor. Treinta años después, marchó una vez más (como tantas otras transformado en jugador, técnico o funcionario), para estar en La Otra Final. Para el secretario de Deporte de la Nación, hermano de Norberto, un joven desaparecido, participar del evento significó que “el tiempo, con muchísima lucha, haya llevado cada cosa a su lugar. Al deporte, que sigue apasionando a nuestra gente, y a los asesinos para que se los enjuicie y se los meta en la cárcel. Por eso, a treinta años, es lo que más puedo rescatar”.
Para el ex futbolista de Huracán, River y Vélez, entre otros equipos, La Otra Final “no sé si zanjó las diferencias, pero sigo creyendo que los futbolistas no fueron partícipes de nada que haya hecho la dictadura, y lo mismo digo del cuerpo técnico. Yo separo las dos cosas, aunque haya sectores que lo cuestionen”.
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