EL PAíS • SUBNOTA › JUNTO A LULA, LA PRESIDENTA PRESENCIó EL FESTEJO POR LA INDEPENDENCIA
Durante tres horas desfilaron militares, campesinos, jugadoras de fútbol y hasta una murga gigante. En el palco oficial, los comentarios hacían foco en CFK y en Dilma Roussef, la elegida por Lula para sucederlo.
› Por Nora Veiras
Desde Brasilia
Brasilia no parece Brasil, salvo por un “detalle”: es inconmensurable. Todo da la sensación de ser “o mais grande do mundo”. A las 6 de la mañana, el sol prenunciaba un día sofocante. La ciudad estaba expectante por el desfile cívico militar en conmemoración del Día de la Independencia. Soldados, policías, estudiantes, deportistas se desparramaban en los inmensos parques y avenidas diseñadas por el urbanista Lucio Costa hace ya casi medio siglo. Tres horas más tarde, el rélax había dejado paso a la organización y todos desfilarían ante el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su par argentina, Cristina Fernández de Kirchner, invitada de honor al acto. Codo a codo, tuvieron tres horas –o más– para intercambiar pareceres y ver pasar a escuelas, batallones y escugadrones. “Pareció que desfilaron los 180 millones”, comentó un ministro, alelado ante la magnitud del despliegue. La integración bien vale un desfile.
Ubicada a 950 kilómetros al noroeste de Río de Janeiro, Brasilia fue consagrada capital en 1960. Pensada para 500 mil habitantes, ya ronda los 2,5 millones con los barrios periféricos. Ayer, los organizadores del acto calcularon que unos 50 mil se movilizaron para participar de los festejos.
A las 9, la hora señalada, Lula llegó en el Rolls Royce descapotable que le regaló a Brasil la reina Isabel de Inglaterra allá por la década del ’50. Lo acompañaba su esposa Marisa, de capelina color crema y blusa verde brasil. Raudos, luego de los honores de los Dragones de la Independencia, saludaron a ministros y legisladores y se ubicaron en el palco. Desde enfrente, los periodistas argentinos se preguntaban ¿dónde está Cristina?
—¡Ojo! Que el desfile empieza con el escuadrón de paracaidistas y por ahí cae junto con el comandante Chávez –malició un corresponsal. El venezolano no estuvo presente, pero aún ausente se transforma en comentario obligado.
El ingreso de CFK fue menos espectacular, pero tuvo su reconocimiento en aplausos. Enfundada en un elegante vestido violeta bajó del auto oficial y se sentó junto a la pareja presidencial. El calor para entonces empezaba a hacerse sentir y la falta de humedad más aún, apenas un 2 por ciento. Con los ecos del samba de Caetano Veloso, la ceremonia dio paso a los sones del Himno Nacional de Brasil. Un grupo de chicos sordomudos cantaron con las manos, enguantadas de blanco, frente a Lula y Cristina. Millones de papelitos brillantes verdes y amarillos lanzados al aire por cañones ad hoc empezaron a dar el color local al recuerdo del Grito de Ipiranga que en 1822 marcó el inicio del fin de la dependencia de la corona portuguesa. Varios camiones y camionetas con los veteranos de la II Guerra Mundial en la que Brasil se enroló con los aliados, escuadrones de los Cascos Azules de Naciones Unidas que participan como fuerza de paz en Haití, estudiantes de los liceos militares practicando danzas y malabares se sucedieron frente al Ministerio de Defensa. En el palco, los comentarios se enfocaban en dos mujeres: la presidenta argentina y la secretaria general de Gobierno, titular de la Casa Civil, Dilma Roussef. La virtual jefa de gabinete de Lula es la elegida por el Presidente para sucederlo. Faltan todavía dos años, pero Lula está en un pico de popularidad con seis años de gobierno a cuestas y, si todo sigue así, su voluntad será incuestionable para catapultar a esta histórica militante del Partido de los Trabajadores al despacho principal del Planalto.
El ministro de Planificación, Julio De Vido, el canciller Jorge Taiana y el vocero Miguel Núñez departían con funcionarios brasileños, mientras la Presidenta alternaba paradas y sentadas. Una numerosa columna de yudocas integró el desfile al igual que las integrantes del equipo de fútbol femenino que obtuvieron la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Beijing. A los masculinos no los invitaron, el bronce no cotiza y menos desde que Lula se lanzó a la cancha para pedir la cabeza del entrenador de la selección brasileña. Todo indica que –pese al resultado de anoche– Dunga tiene los días contados y ése sí que es un tema de conversación entre argentinos y brasileños.
Representantes de las fiestas populares juninas que conmemoran la cosecha del maíz con los trajes típicos del campo y luego una especie de murga gigante con más de cien bombos hicieron vibrar el cemento y provocaron más de un meneo entre funcionarios. La energía brasileña desbordaba. Los valores de Brasil encarnados en la Amazonia verde y azul, la cultura, el deporte, la ciencia y la participación también tuvieron su batallón de artistas.
La mélange popular dejó pasó al orden policial y militar. Tras el sonido atronador de un avión caza, se ordenaron miles y miles de uniformados de las distintas fuerzas. Fueron más de tres horas de una conmemoración que, desde la llegada de Lula, incorporó a los civiles a los actos oficiales por el Día de la Independencia.
–Lula estaba con su esposa ¿La Presidenta no tendría que haber venido con su esposo? –le preguntó una cronista a un funcionario argentino.
–A Néstor no lo tenemos ni atado tres horas ahí –dijo el funcionario y clausuró cualquier especulación.
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