EL PAíS • SUBNOTA › ACORDARON RESGUARDAR UNA LISTA DE PRODUCTOS SENSIBLES
La reunión entre Cristina Fernández de Kirchner y Lula da Silva dejó como saldo en materia comercial una novedad de peso: ambos gobiernos propondrán al resto de los socios del Mercosur elevar el Arancel Externo Común para productos sensibles. Es una medida de resguardo de la producción regional en momentos en que los países compiten por colocar sus crecientes saldos exportables a raíz de la crisis internacional. Los presidentes acordaron tratar el tema en la próxima cumbre de mandatarios del bloque. La suba del arancel común sería para hilados, muebles y artículos de marroquinería, de acuerdo con la propuesta argentina. Brasil dijo que acompañará el aumento en los dos primeros casos pero que todavía tiene que analizar el ajuste para la marroquinería. A su vez, Lula pidió el apoyo de Argentina para elevar el arancel para once posiciones arancelarias correspondiente a lácteos.
El temario económico de la reunión fue amplio y variado. Incluyó desde el comercio en moneda local a una evaluación de la crisis global. Pero lo más relevante fue lo referido a la suba del Arancel Externo Común. Aquí hay un punto de contacto entre los intereses de uno y otro país, que quieren defenderse de la posible invasión de bienes que llegan desde afuera del Mercosur, generalmente asiáticos. China es el gran desvelo común, no sólo por el temor de cada nación a que sus mercados sean inundados con los competitivos productos, sino porque los bienes asiáticos pueden marginarlos como proveedores del otro socio del bloque.
Pero en el interior del vecindario también hay problemas. Tal como quedó expresado en las reuniones técnicas que días atrás tuvieron lugar en San Pablo, Argentina aspira a que Brasil desmantele algunas restricciones paraarancelarias que contaminan el comercio. Una de ellas es la que impidió al laboratorio Biogénesis Bagó exportar sus vacunas antiaftosa. Del otro lado de la frontera, el laboratorio Merial tiene la mitad del mercado, que queda protegido de hecho porque no se resuelven los análisis necesarios para avalar la importación. Finalmente, la administración de Lula se avino a que técnicos de ambos países estudien el caso.
Brasil, a su vez, está fastidiada por la demora local en resolver las licencias no automáticas de importación, permiso que la Aduana debe otorgar a lo sumo sesenta días después de haber sido solicitado pero que suele retrasarse bastante más que eso. Buenos Aires ya hizo un guiño hace dos semanas, cuando se comprometió ante Brasilia a cuidar que esa tardanza no afecte a los embarques que vienen del principal socio del Mercosur.
Los otros varios conflictos sectoriales se intentan resolver a través de acuerdos privados, monitoreados por los Estados. Claro que cuando la economía crecía al 9 por ciento anual, y la demanda acompañaba esa suba, era factible que los empresarios competidores se autorregularan. Pero con la caída de la actividad a uno y otro lado de la frontera, fue necesaria una intervención estatal más contundente para proteger a las industrias, porque es natural que lo que no se vende adentro del país intente colocarse afuera.
Según los pronósticos brasileños, la economía global repuntará en el segundo semestre y ellos están bien posicionados para aprovechar esa resurrección. Una prueba es el extraordinario resurgimiento que está teniendo su industria automotriz gracias a la nuevamente pujante demanda interna. Un dato que no sólo anima a Itamaraty, sino a las terminales radicadas en Argentina, cuyas exportaciones dependen en buena medida de qué ocurra en la nación vecina. Para la industria automotriz local eso resulta clave para recomponer niveles de producción que de otra manera caerán de manera significativa.
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