EL PAíS • SUBNOTA › SOBRE EL ACUERDO FIRMADO POR CFK
› Por Leonardo Moledo
No tiene demasiado que ver con los problemas laborales que afligen al mundo y estudia la OIT, ni con la crisis global, pero queda en Ginebra y la Presidenta aprovechó para visitar el supercolisionador de hadrones, que se popularizó increíblemente como “La máquina de Dios” (como si Dios se entretuviera mucho con las partículas elementales) y ayer firmó, junto al ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, un protocolo de colaboración entre el gobierno argentino y el CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear), acuerdo por el cual grupos argentinos participarán en el desarrollo de equipamiento de alta tecnología para el monstruoso aparato, un enorme anillo que pasa por debajo de tres países.
La participación argentina se canalizará a través del Laboratorio de Instrumentación y Control (LIC), de la Universidad de Mar del Plata, que dirige Mario Benedetti, y sobre todo en el diseño y la construcción de dos nuevos aceleradores de partículas (nombres en clave científica LINAC4 y SPL) que servirá para aumentar la intensidad del haz de partículas mediante las cuales el Superacelerador generará condiciones de tan altas energías como para intentar pescar al bosón de Higgs, la escurridiza partícula que hace falta para completar la teoría del modelo standard.
Que el modelo se llame standard no indica sencillez: se trata del juego de un puñado de partículas (electrón, muón, partícula tau, tres neutrinos y seis quarks) que explican –es prudente usar el potencial– que explicarían toda la arquitectura del universo, junto con las partículas que transportan fuerzas, como los fotones o los gluones, y que vienen en una variada gama, aunque no excesivamente poblada. El asunto es que, para que el modelo standard cierre del todo, hace falta una partícula más, la que da cuenta del campo de Higgs, que con toda propiedad es llamada bosón de Higgs. Esta partícula hipotética (ya que sólo vive, por ahora en las aguas profundas y muchas veces dudosas de la teoría), completaría el modelo, y tendría la extraordinaria propiedad de conferir masa a todas las demás.
Y pues bien: el teórico bosón sólo podrá encontrarse en el medio de choques entre haces de protones acelerados hasta alcanzar muy altas energías; estas colisiones pueden obligarlo a manifestarse y ser pescado por los detectores del Supercolisionador. Hasta ahí, el CERN y el modelo standard. ¿Hasta dónde la Argentina? Bueno, como de costumbre en estos grandes emprendimientos internacionales, ya existe un acuerdo marco de cooperación (que también fue ratificado ayer) y dentro del cual tres grupos argentinos trabajan ya en el CERN: dos de la Universidad Nacional de La Plata (dirigidos por el Dr. Carlos Christensen y la Dra. María Teresa Dova) y un equipo de la UBA, que dirige el Dr. Ricardo Piegaia.
¿Qué importancia tiene para la ciencia argentina el acuerdo marco, el protocolo y sobre todo la participación? Bastante. Por empezar, coloca a nuestro país en el camino del desarrollo de instrumentos de altísima tecnología, y este tipo de desarrollos repercute (o por lo menos debería repercutir) y provocar transferencias internas a la industria y al desarrollo local. Y, además, el fortalecimiento de la inserción argentina en redes internacionales, si se hace con la necesaria independencia, siempre es importante, si se tiene en cuenta que estos emprendimientos son necesariamente multinacionales, y aunque la parte del león la ponen los grandes países desarrollados, no viene mal y asomando cautamente.
Y bueno, si el bosón de Higgs aparece (cosa que para nada es segura), una parte (siempre que el bosón tenga partes), por pequeña que sea, tendrá la marca de industria argentina. No está mal.
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