EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pascual Calicchio *
Finalmente, después de muchos años, pudimos festejar algo que creíamos utópico: cambiar la Ley de Radiodifusión de la dictadura. Ahora hay que seguir trabajando porque, en muchos aspectos, esto recién empieza. Se vienen tres etapas, no necesariamente sucesivas, donde el rol de las distintas organizaciones sociales que componen la Coalición por una Radiodifusión en Democracia y el de la misma coalición serán fundamentales.
En primer lugar, la reglamentación: en los próximos días el Poder Ejecutivo tiene que reglamentar la ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (que ya está vigente, aunque algunos intenten negarlo). Esto implica precisar cómo se implementará la ley. Tenemos que estar atentos para que en dicha reglamentación no se desvirtúe el espíritu de los 21 puntos, ni se modifiquen aspectos sustanciales de la misma.
Después viene la etapa de constitución de los organismos: se tiene que conformar el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual (dentro de los 90 días de sancionada la ley), la autoridad de aplicación, la defensoría del público, la Comisión bicameral de Promoción y seguimiento de la Comunicación. Allí ya no vamos a tener un rol meramente observador. La ley determina la participación de universidades, cámaras empresariales, sindicatos, organizaciones sociales, minorías políticas en distintas instancias. Es de esperar –y vamos a trabajar para que así sea– que una buena parte de esos lugares sean ocupados por quienes han venido bregando por la democratización de los medios y no por arribistas que siempre buscan caer bien parados. No es cuestión de títulos, sino de idoneidad y trayectoria en la materia.
Y por último, la etapa que requiere de mayor esfuerzo de todos y todas: la constitución de nuevos medios, el fortalecimiento de los ya existentes, la generación de sus contenidos. No nos interesa ni tenemos dinero para quedarnos con los medios de los que se desprendan los oligopolios. Esos seguirán teniendo su estructura comercial y su búsqueda del lucro. Ojalá sean mejores y más plurales, pero sólo puedo hacer una expresión de deseos en ese terreno.
Donde sí tenemos una responsabilidad es en demostrar que podemos ir ocupando el 33 por ciento del espectro reservado a las organizaciones sin fines de lucro (incluida la lucha para que se concedan las licencias a medida que se libere el espectro o se demuestre la existencia de una frecuencia). No nacemos de un repollo. Las radios comunitarias existen desde la década del ’80 y han sobrevivido en las peores condiciones, hay infinidad de productoras independientes produciendo material audiovisual que podrían alimentar televisoras comunitarias, como hemos visto en los festivales de Video/Jujuy/Cortos, Oberá en Misiones, la Muestra Federal de Cine Comunitario y Documental Social, por poner algunos ejemplos. Los centros de capacitación como Nueva Tierra o el Cedepo, la Fundación Claudia Falcone. Desde los barrios se han formado centenares de comunicadores populares.
Se ha puesto en duda, desde los medios comerciales y desde ciertos sectores políticos, la capacidad de las organizaciones sociales de hacerlo, se las ha tratado despectivamente desconociendo trayectorias y experiencias, se las ha querido mostrar dóciles a los poderes de turno. Se las ha cuestionado donde nunca se cuestiona a los medios comerciales.
Muchos/as compañeros/as y organizaciones nos preguntan si ahora nos van a dar una radio o un canal de televisión. Ahora no nos van a dar nada, salvo la oportunidad de concursar por una licencia de radio y TV, derecho que nos estaba vedado hasta 2006. Después hay que conseguir el dinero para los equipos y hacer un plan de desarrollo sustentable. Es de esperar (a diferencia de lo que algunos sugieren) que los sucesivos gobiernos tengan como política de Estado el fomento de este tipo de emprendimientos que entienden la comunicación como un bien social, sin clientelismos ni favoritismos, lo que permitiría centrar la preocupación en los contenidos y la capacitación. Pero, si no lo hicieran, hemos demostrado que donde hay arraigo territorial se pueden construir igual.
Pensar que el apoyo estatal es sinónimo de cooptación es desconocer el rol que jugaron las organizaciones sociales frente a la ausencia del Estado como consecuencia de las políticas neoliberales y su resistencia a dichas políticas a pesar de represiones y ninguneos. En la pista se ven los pingos, sólo pedimos que nos dejen un lugar en la línea de largada cuando suene la campana.
* Coordinador de Comunicación del Movimiento Barrios de Pie, miembro de la Coalición por una Radiodifusión Democrática.
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