EL PAíS • SUBNOTA › LA PRESIDENTA RECORRIO UNA DE LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO
Cristina Kirchner cumplió el mandato del visitante a la India y viajó a Angra para conocer el Taj Mahal, el magnífico mausoleo que el emperador Shah Jahan edificó en amor a su esposa Mumntaz Mahal en el siglo XVII.
› Por Nora Veiras
Desde Mumbai
Llegar a la India implica conocer el Taj Mahal. La comitiva argentina cumplió el mandato. En avión los poco menos de 200 kilómetros que separan Nueva Delhi de Agra, la antigua capital del imperio persa, son apenas minutos frente a la eternidad que supone el camino terrestre. La visita de Estado implica recaudos impensados para cualquier turista. Como si un hechizo congelara el tiempo, los miles y miles de indios que pululan en las calles son alejados de las rutas por donde pasa la caravana de Cristina Fernández de Kirchner. Rápido se llega así al mausoleo que eternizó el amor del emperador Shah Jahan por su esposa Mumntaz Mahal. Deslumbrados, todos apelan a los flashes. Todos quieren el registro de la emoción por estar frente a una de las Siete Maravillas del Mundo. La Presidenta no es la excepción.
Previsora, una de sus asistentes le alcanza una sombrilla azul, en composé con el vestido de seda, para protegerse del calor pegajoso. Acompañada por un guía y el traductor oficial, escucha y pregunta sobre la historia del magnífico complejo de mármol con incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas. Veintidós años de construcción, entre 1631 y 1654, y veintidós mil trabajadores fueron necesarios para el tributo de Jahan a la esposa que murió poco después del parto de su decimocuarto hijo. Uno de sus herederos destronaría a Jahan años después y lo condenaría a prisión. El desenlace le impidió concluir su propio mausoleo en mármol negro a la otra orilla del río Yamuna. Su tumba fue colocada entonces al lado de la de su esposa, rompiendo la simetría de la obra.
La Presidenta escucha y llama a Víctor Bugge, el fotógrafo de la Casa Rosada, cada vez que recorta una imagen que quiere guardar para sí. El privilegio de que el Taj Mahal se haya cerrado para el solo disfrute de la visitante oficial y sus acompañantes es digno de ser mostrado. Después de posar con todos los que le piden un recuerdo, CFK se reserva los retratos sola, sin nadie a su alrededor.
–La última foto antes de morir insolada –bromea tras abandonar la sombrilla y mirar el foco otra vez.
El empresario Carlos Bulgheroni, el único que previó un sombrero para la ocasión, es uno de los pocos, sino el único, que prescinde de los flashes. Estuvo otras veces en el Taj Mahal y se pregunta qué habrá sido de los buitres que antes pululaban por miles alrededor del mausoleo, la mezquita y la casa de huéspedes.
“Con admiración por una obra que fue producto del amor y expresión de una cultura que aún perdura”, escribió en el libro de visitas ilustres. Las fotos quedarían para la posteridad. Tras el paso de la caravana todo volvería a la normalidad de las quince mil personas que a diario recorren el mismo camino con la esperanza de eternidad.
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