EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
Con ese título, el premiado cineasta de “La deuda interna”, Miguel Pereira, filmó hace dos años un documental sobre la organización Túpac Amaru y su creadora. Chica de la calle, Milagro Sala comenzó su militancia en la cárcel, donde fue llevada por una refriega con la policía. Allí organizó una huelga de hambre cuyo resultado fue que se permitiera cocinar a las presas, con mejor alimentación a igual costo. Al salir obtuvo un empleo municipal y en las masivas movilizaciones de la década pasada acompañó al histórico dirigente de ATE Fernando Acosta, a quien llama su maestro político. Allí conoció también a quien es su esposo: el corresponsal que entonces cubría esas bataholas para el diario La Nación, Raúl Noro, actual secretario de comunicación de la Túpac Amaru, un hombre blanco de hablar pausado y cabello cano a quien los coyas no discriminan. Luego de cada acto, que comenzaba con gases y balas de goma policiales y terminaba con un cambio de gobernador, un grupo de chiquilines la acompañaban de regreso a su casa en el barrio Alto Comedero, ninguno con menos de seis hermanos, hijos de familias precarias en una de las provincias más pobres, devastada por las enfermedades y el clientelismo. Todos cuentan que alternaban changas con choreos y consumían sustancias poco recomendables. “Tenían restos de pegamento en la naricita”, dice Milagro. En forma gradual se fueron quedando con ella, que llegó a albergar a treinta en su casa. Los sorprendió con la propuesta de organizar en cada barrio un merendero (ellos le llaman con modestia una copa de leche) para los chiquitos más necesitados. Ese fue el rudimento de su organización, que en los últimos diez años creció en forma incesante. Con 15 mil puestos de trabajo es el tercer empleador de la provincia, detrás del Estado y del grupo Ledesma, de los Blaquier. Al estallar la crisis de fin de siglo administraron con criterio social bolsones de comida y planes de ayuda monetaria, lo cual les permitió organizarse mejor e incluir a más personas. A partir de 2003 recibieron planes para la construcción de viviendas de 54 m2, con dos habitaciones, cocina comedor, baño y lavadero. Cada casa cuesta 82 mil pesos y da empleo a cuatro personas, contra 110 mil y un empleo y medio cuando son construidas por empresas comerciales. Desde entonces llevan levantadas 3800, con diseños propios y atractivos colores. Todos los barrios tienen pileta de natación (en la entrada de uno un irónico cartel dice “Este es el cantri de la Túpac Amaru”), cibercafé, telecabinas, minimercado y polideportivo con canchas de fútbol, basquet, hockey, rugby. También construyeron dos escuelas. Una fue bautizada Olga Aredes y la otra Germán Abdala, donde los trabajadores terminan sus estudios primarios o secundarios y obtienen títulos legales reconocidos por la provincia. Además del programa de estudios se dictan tres materias obligatorias: “Autoestima”, “Historia y cultura de Jujuy y de los pueblos originarios” y, una vieja obsesión de Víctor De Gennaro inspirada por una frase histórica de la carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar: “Lucha del movimiento obrero”. Milagro Sala dice que “en nuestra formación política están presentes Túpac Amaru, Eva Perón y Ernesto Che Guevara símbolos de lucha, coherencia y compromiso con los más humildes”. Entre ambos colegios tienen 150 profesores, cuyos sueldos paga la organización. Allí asisten jóvenes y adultos, de 17 años en adelante. En una provincia con paternidad precoz, muchos jóvenes van con sus hijos. Este año se matricularon 2500 alumnos. “No competimos con el Estado, nos metemos allí donde el Estado falló, como las villas”, dicen. Tiene biblioteca, laboratorio y sala de cómputo. Los fines de semana, los profesores realizan trabajo voluntario en los barrios más humildes de Jujuy. Las principales decisiones de la organización se adoptan en asamblea semanal, de 900 delegados. La organización tiene unas 400 unidades barriales en Jujuy y está implantada en diecisiete provincias. Su estricta disciplina ha dado pie a las versiones sobre actitudes dictatoriales de Sala, que prohibió el consumo de alcohol y estupefacientes y dispuso que todos los trabajadores estudiaran, como forma de rescatarlos de la marginalidad. Con fondos del ministerio de Desarrollo Social se establecieron seis fábricas, que ya no dependen del Estado, y que emplean a 600 ex desocupados. Varias producen los materiales para la construcción de viviendas pero también hay una textil, donde se cosen guardapolvos, jeans, etc. Todas ellas venden su producción al público. En dos centros de salud, atienden 42 médicos, farmacéuticos, bioquímicos, y enfermeros y funcionan una farmacia y un laboratorio. Adquirieron un tomógrafo y un mamógrafo y dos ambulancias de alta complejidad equipados para el traslado y la atención de pacientes críticos y no críticos. La atención y los remedios son gratuitos. Se está terminando de construir el primer Centro de Rehabilitación para personas con enfermedades invalidantes o capacidades diferentes. Los dirigentes históricos de la CTA De Gennaro y Germán Abdala acompañaron el crecimiento de la Túpac Amaru y en la actualidad Milagro Sala integra el secretariado nacional de la central. Con notoria influencia del proceso político boliviano y manifiesta admiración por Evo Morales, la Túpac Amaru celebra todos los años, siempre en agosto, la festividad espiritual y de recuperación cultural de la Pachamama, en la que se hacen ofrendas a la madre tierra, enterrando todo aquello que los comuneros quieren que les dé en el año. La otra fecha clave es el Día del Niño. En el reparto de juguetes de 2007 se tomó la foto que ilustra esta nota y que muestra hasta qué punto eran cordiales las relaciones de Morales con la “organización mafiosa” que ahora denuncia.
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