Mar 27.10.2009

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

La hilacha del macrismo

› Por Sandra Russo

Hay algo pasmoso en la manera en la que los funcionarios del gobierno porteño están reaccionando ante los frentes gruesos de tormenta política. Se trata de la primera vez que el macrismo debe salir a remontar flagrantes errores propios, y lo hace dejando al descubierto una extraña actitud de megalomanía, cerrándose cada vez más la posibilidad de remontar decorosamente el escándalo. Es difícil imaginar cómo intentarán volver al camino de la verdad cuando las pruebas se les caigan encima, aunque de hecho ya las tienen sobre sus hombros. Incluso aceptando la delirante versión del infiltrado, el Fino Palacios pasa del mejor policía del mundo a un gil que estuvo siendo manipulado desde el principio. No hay lugar por el que cierre.

Si en los antecedentes de Palacios no figurara un libro que reivindica el terrorismo de Estado en los ’70, tal vez a uno podría sonarle en falso el montaje de una centralita de Inteligencia ilegal dentro del gobierno porteño. Pero a quien reivindica masacres y prácticas aberrantes no le combina mal pincharle los teléfonos a un opositor político. Vamos de mayor a menor. Dónde, en los antecedentes de Palacios, hay algo que haga dudar sobre su ideología. No es que Macri no lo sepa. Lo eligió porque Palacios es así.

Y eso es lo que no puede explicar el gobierno porteño, tan insistente en lo pro que es tirar los papeles en los cestos. No es que esté bueno tirarlos en la calle, pero si mientras tanto hay grupos de tareas que levantan a patadas a los indigentes en la madrugada, o si hay policías metropolitanos haciendo inteligencia desde el Ministerio de Justicia porteño, tirar los papelitos al cesto se vuelve una estupidez. Una tilinguería de barrio privado, y no es otra cosa lo que el macrismo aspira a hacer de la ciudad.

En el pasaje del empresariado a la política que hicieron buena parte de los principales dirigentes del PRO hubo un bache de contenidos que está saltando a la vista. Es como si esa desnudez lo exhibiera a Macri como presidente de un directorio, y no como un político. Hay algo desajustado en esta escena. Macri parece ubicarse incluso más arriba que la Justicia. Lo hizo cuando defendía a Palacios. “Para mí no”, respondía cuando se le planteaba el procesamiento del Fino en la causa AMIA. Que la Policía Metropolitana haya comprado los uniformes de sus futuros integrantes a la fábrica de Kanoore Edul fue otro signo extraño. No había ninguna necesidad de irritar más. Quizá deban leerse esos hechos, como síntomas de un liderazgo que nunca llegó a ser político.

A estos empresarios sus asesores les hacen spots que los ayudan bastante a ganar las elecciones. Les facilitan discursos de autoayuda para proponer cosas de consenso obvio, y hasta puede que entre ellos se reconforten en retiros espirituales. Pero la política no tiene nada que ver con eso. Y es eso lo que le estalla al macrismo.

El ministro Piccardo vio varios testimonios de víctimas de la UCEP. Lo hizo en televisión. Estaba la mujer embarazada a la que la patota manoseó en Pasco al 1300 a principios de octubre. La mujer gritaba que estaba embarazada, les mostraba su ecografía, pero la agredieron igual. La ecografía quedó tirada en el piso. La mujer lloraba en cámara. La reacción de Piccardo fue impactante, protopolítica. Cualquiera al ver y escuchar ese testimonio se escandalizaría, o propondría investigar a fondo, o se avendría a revisar lo mal tomada que estuvo la decisión de considerar a los indigentes con la misma entidad que los carteles ilegales. Es por eso que Piccardo es el ministro que debe deshacerse de los indigentes. Porque el macrismo no ve en esos pobres más que trastos que deben ser desechados. Esa es la piedad del macrismo. También, al ser públicos, esos testimonios están a disposición del cardenal Bergoglio. Sería oportuno que la Iglesia se pronuncie al respecto, ya que viene ocupándose de la pobreza. Son pobres entre los pobres los que duermen a la intemperie en Buenos Aires. Son pobres amenazados, golpeados y vejados.

Tanto para eludir las responsabilidades que tienen él o sus funcionarios en las escuchas como para enfrentar el escándalo de sus patotas nocturnas, Macri está mostrando la hilacha de un traje que le queda grande.

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