EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Nora Veiras
Renunció Abel Posse. Entró en la historia: se convirtió en el ministro de Educación más efímero de la democracia. Doce días en funciones. Doce días en los que ya casi habían terminado las clases. Doce días en los que se activaron todos los mecanismos de movilización. Doce días que bastaron para cosechar el mayor consenso posible en su contra. Los gremios, profesores universitarios, ministros de la Corte Suprema, funcionarios kirchneristas y todo el mosaico político opositor hicieron escuchar su repudio ante el anacronismo del pensamiento del hombre elegido por Mauricio Macri. Hasta ministros PRO se atrevieron a diferenciarse. Eso sí, Luciano Benjamín Menéndez parafraseó al ministro en su defensa al recibir la tercera condena a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Posse superó un límite.
La exculpación de los responsables del terrorismo de Estado sumada a la estigmatización de la juventud –“el rock es un espectáculo fascista”, “el rock estupidiza a los jóvenes”– se transformó en un cóctel intolerable. Con apenas cuatro días en funciones, Posse asistió al acto de los egresados de las Escuelas ORT y fue abucheado. Ni los sectores medios acomodados que cimentaron el voto macrista soportaron que la educación de sus hijos fuera pensada por un ex diplomático horrorizado por el reparto de preservativos entre los jóvenes. Un escritor que pugnaba por reprimir la protesta social, por imponer “orden”.
Hace apenas dos años, Posse, de la mano de Eduardo Duhalde, intentó legitimarse mediante el voto popular como candidato a senador porteño junto a Roberto Lavagna. Salió sexto, con apenas el 3,7 por ciento. Macri lo rescató y lo colocó en su gabinete después del fracaso de Mariano Narodowski, renunciante en medio del escándalo por la contratación de un espía en su cartera.
El tema no es Posse. Un señor mayor que se regodea en los sótanos del pensamiento más reaccionario. El tema es Macri. “Es un intelectual, es un provocador”, lo defendió el jefe de Gobierno, inmune a las críticas que minuto a minuto sumaba su ministro. En el ideario PRO, la sinceridad parecía haber sido el error de Posse: el problema no es lo que piensa sino que lo haya escrito, dicho y repetido.
La inexistencia de los brillantes cuadros técnicos de la nueva política con la que Jaime Durán Barba supo envolver al ex presidente de Boca deja cada día al descubierto la cantera en la que excava PRO. El estrépito causado por la renuncia del primer jefe de la Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios, preso y procesado por espionaje, es ahora superado por la dimisión de Posse.
¿Posse habrá sido el límite de Macri?
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