EL PAíS • SUBNOTA
› Por M. G.
El plan de Convertibilidad ideado por el entonces presidente Carlos Menem y su ministro Domingo Cavallo ocupa una buena parte del documento elaborado por el Servicio de Investigaciones del Congreso norteamericano. “Puesto en práctica el 1º de abril de 1991, puso las bases para la crisis que emergería una década después. El plan garantizaba legalmente la convertibilidad de pesos a dólares a una tasa de uno a uno y limitaba la emisión de moneda adicional sólo a montos con base en las reservas existentes. Mantener esta promesa, sin embargo, requirió que fueran constreñidas las políticas monetaria y fiscal, porque era imposible emitir para cubrir los déficit. Entonces, para preservar el sistema o los déficits eran eliminados o debían ser financiados por deuda.”
Hornbeck escribe que al principio la Convertibilidad funcionó bien, porque forzó a la disciplina monetaria y fiscal del gobierno, combinada con un fuerte desarrollo económico, la reducción de la inflación y del servicio de la deuda. Pero el déficit aumentó y la tasa de servicio de deuda (deuda pública dividida por las exportaciones) creció del 30 al 66 por ciento entre 1995 y 2001. El peso sobrevaluado hizo menos competitiva a la economía argentina, redujo las exportaciones y declinaron los ingresos. Todo eso mientras el resto del mundo devaluaba, empezando por Brasil, y caía el precio de las materias primas.
El desastre era inevitable por una encerrona. Por un lado, la Convertibilidad prohibía devaluar. Por otro, la deuda excesiva impedía recurrir al estímulo fiscal para paliar la recesión. Y en tercer lugar, la reducción del gasto público solo garantizaría una recesión aún más profunda.
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