EL PAíS • SUBNOTA › MUCHAS MOTOS, POCA PREVENCIóN
Las ventajas de vivir en el interior, se dice, es la tranquilidad, el poco tránsito y las distancias cortas. Pero Baradero, con el pasar de los años, alcanzó una población de 35 mil personas, las distancias entre casa, trabajo y colegio se expandieron y los colectivos todavía no andan por las calles del pueblo. “¿Y en qué vas a andar?”, pregunta Andrea, una vecina que hace tiempo dejó la caminata y cambió la bicicleta por la moto. Es que desde 2006 las concesionarias venden medio centenar de motos por mes, gracias a créditos que le permitieron a mucha gente acceder en pocas cuotas y con sólo un recibo de sueldo a su primer rodado. Y si los grandes acceden a la moto, cuando llegan del trabajo los jóvenes las utilizan para salir a dar “la vuelta del perro” y los fines de semana para hacer un rally que comienza a las 20 en “la previa en lo de un amigo” y termina a las 8 del día siguiente “después de ir al boliche y a desayunar”, resume Sofía, de 16 años, rodeada por sus compañeras de escuela y boliche.
“Acá andás en moto o en bicicleta para poder manejarte de acá para allá todo el día y si no en auto, pero en el último tiempo cualquiera que tiene un trabajo con un sueldo básico puede acceder a una moto sin problemas”, explica Andrea, montada en su ciclomotor, mientras charla con su amiga, que está a bordo de un rodado de mayor cilindrada, y con su tía. “Me voy a hacer unos trámites”, dice una de las chicas y hace sonar el motor, como anuncio de su partida. Del uso de casco, ni noticias.
“El casco se utiliza cuando se sale a la ruta donde, por la velocidad, un bichito te puede perforar la cabeza. En la ciudad, andás a 30 o 40 kilómetros por hora, no más”, argumenta Andrea.
A una cuadra de donde hablaba el trío de mujeres está una de las tantas casas de venta de motos que aprovechan la ausencia de líneas de transporte público. “¡Lleve su moto ya!”, dice en la vidriera de Siffredi Motos, la concesionaria más antigua de Baradero. “Mi papá trajo el primer ciclomotor acá, una Zanella que se encendía a pedal”, dice con orgullo Daniel, hijo y sucesor del dueño del local. Y agrega: “En 50 años de comercio nunca hubo un problema tan grande con las motos, hasta que llegó (el jefe de inspectores, Pablo) Scarfoni”. Miguel Angel es el fundador del local y como hombre de motos –también fue competidor, igual que toda su familia– espera que “el municipio llame a todos los que se dedican al rubro para solucionar el problema de las inspecciones” que más de una vez se realizaron frente a su local “espantando” a los clientes.
Los móviles salen del local en el acto con la presentación de un recibo de sueldo y el documento de identidad, mediante un crédito que distintas empresas canalizan a través de las concesionarias. Los rodados salen sin papeles pero con una nota de sugerencia para que se realice la patente en 30 días –un trámite que a veces se extiende, por el costo, y que llevó a que 500 motos estén secuestradas por la municipalidad–. También salen sin casco, aunque en Baradero se intenta hacer cumplir la ley provincial que obliga a su utilización, no es obligatoria la venta del móvil con ese elemento de seguridad primordial. Para Miguel, solucionar el tema de la patente sería importante, pero el mayor problema es “la política de inspecciones, que en lugar de ser preventiva es represiva”.
Con diez mil motos registradas, según los datos oficiales, los jóvenes son los que las usan para su tiempo de ocio y la mayoría reconoce pasar algunos límites. Martín tiene 18 años y hace tiempo volvió a andar a pie: “Mi papá no me deja más usar la moto. Siempre que andaba la ‘colgaba’ (andaba en una sola rueda) hasta que me pegué un palo contra un auto”. Sofía y Mariel tienen 16 años y sólo andan en las motos de sus amigos, sobre todo los fines de semana, cuando empiezan reuniéndose en la casa de una amiga para la previa, siguen en un boliche y terminan su itinerario en un lugar para desayunar, en alguna estación de servicio de la calle Ameghino, a varias cuadras del centro, donde las picadas suelen ser un clásico. “Lo toman como un juego hasta que pasa algo”, comenta una de las chicas. La prevención parece algo lejano.
Informe: Nahuel Lag.
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