EL PAíS • SUBNOTA › UNA RECORRIDA POR FRAY BENTOS
Desde Gualeguaychú
Botnia no es Botnia. Aunque en el imaginario de todo Gualeguaychú seguirá teniendo esa denominación, desde octubre de 2009 y tras un intercambio de acciones, la compañía sueco-finlandesa UPM quedó a cargo del paquete accionario de la pastera en la localidad de Fray Bentos. Página/12 llegó ayer hasta las puertas de la planta con el objetivo de conocer la repercusión del fallo de la Corte de La Haya. “La política de la empresa es no realizar declaraciones sobre asuntos entre gobiernos”, fue la escueta respuesta de los voceros oficiales. Luego, allegados a la empresa reconocerían a este diario que “hay un antes y un después del fallo”. Cansados de la “mala prensa” que tiene la pastera calculan que luego del veredicto muchos clientes en Argentina reconsiderarán su postura al aceptar alguna parte del millón cien mil toneladas de celulosa que produce por año. Además de los estudios ambientales que avalan la operatoria –encargados por ellos mismos y el Estado uruguayo– sostienen que luego del fallo no habrá dudas que la pastera no contamina. Tres veces por año, por cuestiones de mantenimiento, detienen la producción. El día anterior avisan a la población de Fray Bentos, ya que sólo por unos minutos, afirman, el nauseabundo olor del coliflor cocido, invade la ciudad oriental.
A la vera del río Uruguay, apenas cruzando la frontera, un tráfico incesante de camiones cargando troncos o llevando insumos ingresan por el portón principal de UPM. No se permite el acceso al periodismo. Las fotos deben hacerse lejos del área de adyacencia de la planta y siempre seguidos de cerca por la custodia. La misma empresa de seguridad que protege el barrio de Villa Jardín, un coqueto reducto ubicado en el centro de Fray Bentos donde viven los casi cien ejecutivos extranjeros que trabajan hoy en la planta. El barrio parece una réplica del de la serie Amas de casa desesperadas. Más lejos, aunque también en esa localidad, se encuentra el barrio Botnia, unas 108 casas gemelas con tres dormitorios y dos baños, pintadas de celeste. Allí viven los obreros que trabajan en la planta. Ninguno de los consultados por este diario en Fray Bentos se mostró preocupado por la contaminación de la planta sino por el drástico cambio en la forma de vida que ocasionó su instalación. La población aumentó de 17 mil personas a 28 mil en su etapa de construcción. Hoy sólo 300 conservan el trabajo. “Estamos peor que antes de que viniera Botnia”, relata Yeri, un vecino que trabajó en sus inicios. La desocupación y la imposibilidad de mantener el nivel de vida de tiempo atrás son los principales problemas de la ciudad al otro lado del corte.
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