EL PAíS • SUBNOTA
› Por Rubén Dri *
Después de la pueblada del 19-20 de diciembre del 2001, por caminos inesperados, profundos reclamos de los sectores populares comenzaron a ser respondidos en forma positiva desde el Estado que comenzó la titánica tarea de su recomposición. El 2001 nos había encontrado con los restos esparcidos del Estado y con un pueblo que había comenzado su recuperación en los movimientos sociales, pero que no encontraba el rumbo de la recomposición política. Diversas medidas del Gobierno, como la renovación de la Corte Suprema de Justicia, la política de derechos humanos, el descabezamiento del Ejército, la no represión de la protesta social, la anulación de las leyes de impunidad, el juicio a los genocidas, la política exterior orientada en primer lugar hacia los países latinoamericanos fueron mostrando un gobierno que no respondía a los cánones del neoliberalismo que nos había llevado al desastre. Todo ello planteó un problema recurrente para los movimientos o partidos que desde la izquierda o desde lo popular se plantean la lucha por una nueva sociedad liberada. Efectivamente, cuando el gobierno es reaccionario, la tarea aparentemente se facilita. “Aparentemente”, digo, porque el espacio propio aparece con claridad. Es la “oposición”, pero ese espacio queda acotado por lo mismo que lo abre, la “oposición”. No se puede pasar más allá. El terror es ser “oficialista”.
Si el Gobierno no es reaccionario y, por el contrario, muestra aristas claramente populares, como es el caso del gobierno anterior, de Néstor Kirchner, y del actual, de Cristina, menester es demostrar que todas esas medidas son falsas, realizadas con torcidas intenciones. El Gobierno es lo peor que se pueda pensar, es la peor derecha que haya existido en el país. Ya no basta decir que es de derecha, menester es agregarle el adjetivo de “fascista”. Es lo que, distorsionando increíblemente la realidad, dice el discurso de Proyecto Sur. Por otra parte, el gobierno de Kirchner, mirado desde la concepción del movimiento popular, tiene un defecto de origen. No es la expresión de un movimiento popular, sino que es fruto circunstancial de componendas superestructurales. Además, no ha demostrado demasiado interés en impulsar la creación y el desarrollo de las organizaciones populares autónomas. Indefectiblemente, el proyecto nacional con medidas que cada vez más lo acercaban a lo popular iba a chocar con los intereses concentrados que se habían formado en la noche de la década del ’90. Es así que cuando intenta que las superganancias que produce la soja sean recortadas mediante retenciones, las corporaciones agrarias hegemonizan un movimiento “destituyente”, como lo denominara Carta Abierta. Se trata de un golpe de Estado de nuevo tipo.
Esta lucha puso al descubierto la debilidad de la construcción de poder del kirchnerismo y la lucha terminó en la derrota del Gobierno. Es cierto que el proceso golpista o destituyente no logró lo máximo, es decir, la renuncia de la Presidenta, pero logró debilitarlo en gran manera. La culminación se dio en las elecciones legislativas, en las que un conglomerado se alzó con la victoria, anunciando que comenzaba una nueva época, ahora sí “republicana”. Pero, por una parte, el Gobierno no se paralizó sino que, por el contrario, avanzó políticamente, tomando decisiones que favorecen a los sectores populares. Paradójicamente, algunas de las medidas más importantes para los sectores populares las tomó luego de la derrota. Por otra parte, el conglomerado opositor, conformando una especie de renovación de la “unión democrática”, mostró que fuera de oponerse no tiene nada que ofrecer.
La nueva era prometida por los componentes de dicho conglomerado comenzó a ser una realidad, pero no por obra de ellos, sino de los sectores populares que iniciaron con vigor el proceso de reconstrucción del sujeto popular. Nuevas corrientes energéticas comienzan a cruzar el campo popular. Mientras los opositores, en connivencia con determinados ámbitos judiciales, paralizan iniciativas del Gobierno, los sectores populares comienzan a ocupar el espacio que deben ocupar, el espacio público, las calles, los parques, las plazas. La política vuelve a la escena. Se terminó la pasividad, la sensación de estar derrotados. El 11 de marzo, convocados por el Movimiento Evita, los sectores populares hicieron chico al club de Ferro para abarcarlos. Un día después, el 12 del mismo mes, miles de clasemedieros convocados por el programa 6 7 8 inundaron Plaza de Mayo. De esta manera, las dos columnas sociales que conforman el movimiento popular, sectores populares y sectores de clase media, se movilizaron. Estas dos columnas, que nunca debieron estar separadas, marcharon juntas el 15 de este mes en defensa de la ley de medios audiovisuales, mostrando que el movimiento popular comienza a ser sujeto en serio, es decir, ese movimiento multitudinario que se pone como sujeto, que actúa, que decide.
Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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