EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Victoria Donda *
Debido a las noticias que han circulado últimamente con respecto a la causa Noble Herrera, donde se trata desde hace ocho años de identificar a quienes han sido inscriptos como Marcela y Felipe, estoy convencida de que habiendo padecido una situación similar siento la necesidad de intervenir en el debate: Marcela y Felipe se han negado a que se les sustraiga sangre para que la misma sea comparada en el Banco de Datos Genéticos a fin de determinar si son o no hijos de desaparecidos.
En la resolución dictada el viernes 28/05, la jueza Arroyo Salgado ordenó la requisa personal de Marcela y Felipe Noble Herrera a los fines de recabar prendas u objetos personales de los jóvenes que pudieran contener su ADN.
Por lo tanto y después de incontables chicanas y dilaciones, por parte de los abogados defensores de la Señora Ernestina Herrera de Noble y de los abogados que representan a los dos jóvenes, la jueza que interviene en la causa dispuso al mismo tiempo el allanamiento de los domicilios en que se encontraban los jóvenes autorizando al personal policial a interceptarlos en la vía pública. Así consiguieron elementos personales de los cuales se puedan obtener células desprendidas del cuerpo a fin de llevar adelante el análisis que determine su filiación.
No voy a juzgar si está bien o mal que Marcela y Felipe se nieguen a hacerse el análisis, a mí me llevó ocho meses y muchas lágrimas decidir hacerlo. Es tal vez una de las cosas más difíciles que me tocaron enfrentar en mi vida y lo pude hacer gracias a mis amigos y compañeros. Cada uno hace lo que puede en esta historia. Por eso estoy convencida de que es el Estado el que debe perseguir este delito que se continúa cometiendo: la sustracción de menores es un delito continuo hasta que ese menor (aunque hoy sea adulto) no aparezca.
No es que un día nos robaron la identidad, nos dieron otra y se acabó. Fue un delito que pasó hace tanto tiempo que parece parte del pasado. Les pido que nos miren a los 101 nietos restituidos (a los que quisieron saber y a los que tomaron otra decisión en la vida) y piensen realmente si nosotros somos parte del pasado.
Ninguno de nosotros es parte del pasado, como no lo son nuestras Abuelas, esas mujeres para las que no tenemos más que palabras de agradecimiento; gracias por habernos buscado, porque gracias a ellas, ciento y un personas adultas podemos decirles nuestros nombres, por qué los elegimos. Nos regalaron eso, la posibilidad de elegir, y para elegir no hay otro camino que el doloroso recorrido de conocer la verdad.
Creo que en nuestro país tenemos que pelear para que se terminen todos los delitos, no solo éste, sino todos, pero también éste, porque el secuestro y sustracción de menores es un delito. De hecho, de los últimos nietos encontrados muchos lo fueron por esta aplicación del método de análisis de ADN. Absolutamente ninguno de esos nietos y nietas que se negaron a realizarse el ADN impugnó el allanamiento. ¿Saben por qué? Porque te sacás una mochila de plomo de encima. ¿Saben la tortura que significa no saber quién es uno? ¿Conocen la tortura que significa estar esperando que se muera la gente que uno quiere como sus padres para conocer realmente quién es tu padre? ¿Saben la tortura que significa pensar que mientras uno espera que se mueran sus “padres” se va a morir la abuela o el abuelo, y uno no va a saber quiénes fueron sus papás, porque no se lo van a poder contar? Yo sí.
Por eso también estoy segura de que lamentablemente la forma de terminar con este delito no es la mejor; se debe exponer a las víctimas a situaciones desagradables, no voy a discutir tampoco con Marcela y Felipe si estuvo bien o mal el operativo en el cual se les solicitó prendas personales para llevar adelante el ADN, y no lo voy a hacer porque aunque haya sido con el mayor de los cuidados no me cabe duda de que lo vivieron así como lo contaron, así como si fueran perseguidos, como si fueran víctimas de una causa judicial que empezó hace ocho años. Lamentablemente no es así, son víctimas desde que fueron secuestrados. Lamentablemente no fue en ese operativo donde se les violó el derecho a la intimidad. La primera vez que se les violó ese derecho fue cuando los arrancaron de la teta de su mamá. Fue cuando les robaron la posibilidad de conocer la tibieza de la mano de su papá. Esos fueron los primeros momentos en que nos violaron el derecho a la intimidad.
No se me ocurre la ridícula idea de juzgar el amor que sienten por quien sienten como una madre, pero quien te ama te quiere ver feliz y la única forma de ser feliz es siendo libres para poder elegir lo que quieran, quien no conoce no es libre.
Marcela y Felipe: uno no elige el tiempo para venir al mundo, pero debe dejar su huella en este tiempo, no es fácil, es un camino doloroso, pero la única forma de empezar a caminar por otro camino es cerrando éste.
Le pido a la Justicia argentina que terminen con el dolor de estas dos personas. Que cerremos esta causa con los nombres biológicos de Marcela y Felipe, así ellos y todos podremos mirar al futuro con la libertad que sólo da la verdad.
* Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja. Diputada nacional Movimiento Libres del Sur.
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