EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mariana Carbajal
En los años noventa, las mujeres se incorporaron “en forma masiva” al mercado de trabajo en un contexto de profundas transformaciones sociolaborales, señala el informe del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo (CEMyT). Eran tiempos de pérdida o reducción de los ingresos del jefe de hogar varón. Ese escenario empujó a las mujeres a tratar de conseguir un empleo para reemplazar o completar el salario de los jefes de hogar, particularmente en los sectores de menores ingresos. “Sin embargo, esto no se tradujo en una mejora de las tasas de empleo, sino que se incrementaron las tasas de desocupación y subempleo femenino”, destaca el dossier. Entre los años 1990 y 2002, la desocupación femenina pasó de 7,6 a 18 por ciento y la subocupación horaria de 14,3 a 25 por ciento en el marco de un crecimiento generalizado del desempleo, precisa el informe. A partir de 2003, puntualiza la investigación, se plantea un nuevo esquema económico, con una mejora de la competitividad de los sectores productores de bienes, que promueve la sustitución de importaciones y las exportaciones, devaluación del peso mediante. “Este proceso fue acompañado por una política activa de ingresos, para reforzar el mercado interno, que abarcó la ampliación del universo con cobertura previsional, el fortalecimiento de la negociación colectiva de salarios, la convocatoria del Consejo del Salario Mínimo y la reciente implementación de la Asignación Universal por Hijo”, describe el informe. La tasa de desocupación se redujo a un dígito, por primera vez en diez años: alcanzó el 9 por ciento hacia fines de 2006, aunque la tasa de las mujeres “no siguió la misma dirección, mostrando un piso de 10 por ciento en los últimos años”, subraya el estudio del CEMyT.
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