Mié 08.09.2010

EL PAíS • SUBNOTA

Pruebas de las mentiras

Eduardo Cubillas es médico ginecólogo. En 1977 hacía la residencia. En mayo de ese año, acompañó a la madre de un amigo a reconocer a su hijo, muerto en un enfrentamiento fraguado por la dictadura en Monte Grande. Cubillas no había declarado en la causa de El Vesubio hasta ahora. Sólo había hecho una exposición. La fiscalía lo localizó en España, a través de una búsqueda obsesiva. Ahora vive ahí, y dio su testimonio ayer. Su relato fue corto, pero importante: dijo que no vio orificios de bala, que los cuerpos tenían hematomas, un signo que no referencian los cuerpos de los fusilados. “Las heridas de bala son limpias –explicó– o pueden sacar medio cráneo, pero las deformidades o edemas no las asocio a un tiroteo.”

A su amigo Luis María Gemetro lo habían secuestrado en el mes de febrero. El 23 o 24 de mayo –explicó Cubillas–, su familia supo del supuesto enfrentamiento a través de la publicación de la noticia en un diario. Después de dar vueltas llegaron a la comisaría de Monte Grande. “¿Ustedes saben cómo funciona esto? le preguntaron. Nos han llamado anoche por teléfono y nos dejaron los cadáveres en el cementerio.” Entró al cementerio una mañana gris. “Los vimos en ese ambiente terrorífico porque las fosas estaban por la mitad y los cajones eran de aglomerado. Era gente muy joven y muy dañada; mi amigo tenía la cara desfigurada, manchas antiguas en la piel como de golpes de tortura, la madre no lo vio.”

Nota madre

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