EL PAíS • SUBNOTA › ROBERTO GUALDI RELATó SU CAUTIVERIO
› Por Alejandra Dandan
La declaración ya estaba terminando. De pronto, una abogada de la querella volvió a preguntarle por el momento del secuestro, en la casa de La Matanza donde también estaban su mujer y su hija. ¿Sabe si alguno de los secuestradores volvió?, indagó Liliana Mazzea. “Sí, un hombre volvió a hablar con mi señora”, dijo Roberto Gualdi. “En realidad, habría que preguntarle a ella porque es un tema del que no hablamos casi nunca.” Gualdi tampoco solía hablar del secuestro y nunca había declarado oralmente ante la Justicia. Ayer se sentó a dar su testimonio a viva voz ante el Tribunal Oral Federal 4.
Gualdi estuvo secuestrado unos 23 días en El Vesubio, luego pasó blanqueado a distintas cárceles comunes y permaneció preso durante nueve meses más. “Era un trasformador, sé lo que era porque soy soldador –dijo–; es básicamente lo mismo: un soldador que trabaja con dos polos”, relató ayer para explicar cómo, durante su cautiverio, fue capaz de darse cuenta cuando en el cuarto de al lado empezaba a oírse el zumbido de la picana.
Después de dos años de trabajo en Fargo, donde se convirtió en delegado, Gualdi consiguió empleo en el taller mecánico La Rueda Sola de La Matanza, adonde llegó cuando recién empezaba a militar en el Partido Comunista Marxista Leninista.
–¿Vanguardia Comunista? –quiso saber Leopoldo Bruglia, presidente del Tribunal.
–Sí, le cambiaron el nombre.
Uno de los grupos de secuestrados más importantes de El Vesubio provenía de Vanguardia Comunista. A Gualdi lo secuestraron el 18 de agosto de 1978.
En el interrogatorio en El Vesubio le preguntaron por su nombre de guerra, que no lo tenía, por el nombre de su responsable, por su militancia gremial. “Me dan picana un rato en las axilas –contó–, me golpean, les dije lo poco que sabía, me sacan de ahí, me vuelven a tirar en el mismo lugar.”
Poco tiempo después compartió la celda, la mismas esposas y una única frazada con Guillermo Lorusso, otro secuestrado. “En todo el tiempo que estuve ahí me paré una sola vez para ir al baño, en veinte días, porque para orinar nos pasaban un tacho.”
Gualdi bajó diez kilos en veinte días. La comida era bastante precaria, recordó: “En los últimos días mejor, porque fueron sacando gente y había más para repartir”.
Adentro del centro identificó a alguno de sus represores. Nombró a “El paraguayo”, que podría ser José Néstor Maidana, agente de inteligencia del Servicio Penitenciario Federal imputado en la causa. También recordó al “Correntino” y a “Fierro” o “Fierrito”.
Una vez blanqueado, Gualdi fue llevado primero a la cárcel de Devoto y luego a La Plata. Mientras estaba preso, lo juzgaron ante un Consejo de Guerra. “Nos preguntaron si éramos subversivos –explicó–, pero lo que recuerdo bien es que yo les dije que yo había sido secuestrado y que no tenía nada que decir.”
–¿Tenía un defensor? –preguntó un querellante.
–Bueno eran todos militares, había uno que decía que era defensor.
Después de su detención, Gualdi volvió a su casa porque no tenía adónde ir. Y para mantener a su familia volvió al taller donde trabajaba.
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