EL PAíS • SUBNOTA
Lucila Larrandart baja por las escaleras de comienzos del siglo XVIII de la casona de Olivos donde funciona el Tribunal. El antiguo comedor es una sala de audiencias adecuada para los juicios cotidianos, pero muy pequeña para los de lesa humanidad. Durante la hora y media de entrevista, Larrandart reclamó varias veces por distintos aspectos a la Unidad de Seguimiento de las Causas de Lesa Humanidad de la Corte Suprema de Justicia de Nación.
Hasta ahora, el TOF hizo tres juicios: para el primero consiguió un auditorio en un fuero provincial porque el presidente del espacio –supieron después– era hijo de desaparecidos. Otra vez, una canchita de fútbol en un centro de jubilados. El último juicio se hizo en el auditorio municipal de San Martín. Larrandart llamó tres veces a Ricardo Lorenzetti para preguntarle cómo resolver estos temas antes del juicio a Patti. El presidente de la Corte no atendió ni devolvió la llamada.
–¿Cómo evitar que los testigos tengan que volver a declarar?
–-Nosotros logramos incorporar al juicio a Martín Rodríguez. Si no hubiese sido así, íbamos a tener dos juicios con las mismas víctimas. La Unidad de la Corte no hace ningún seguimiento. Tendría que asesorar a los jueces de instrucción sobre cómo actuar y ver si están elevando bien las causas. Lo mismo que hace bien la Procuración. No es tanto trabajo, es ayudar a racionalizar las causas. La prioridad es acortar el tiempo: es más importante avanzar que el número de imputaciones, porque nos vamos a quedar sin acusados, se van a ir muriendo todos.
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