Comenzó la cuenta regresiva. En diez días, como máximo, Eduardo Duhalde deberá resolver el voto argentino ante Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. La expectativa fue creada por el propio Gobierno, que prometió en voz baja terminar con el alineamiento norteamericano. O, dicho de otro modo, cambiar el voto de rechazo a la isla que había el gobierno de Menem por una abstención.
A pesar de lo que hicieron correr sus hombres, Duhalde insistió ayer desde España que aún no hay una decisión tomada. Más aún: dijo que ni siquiera se hizo un espacio para analizar el tema con Carlos Ruckauf. El canciller viajó a Madrid, proveniente de Portugal –donde mantuvo encuentros protocolares–, para la comida que mantendrá hoy el primer mandatario argentino con su par español José María Aznar.
El propio Duhalde había creado expectativas sobre un encuentro con su canciller para terminar de definir el voto a Cuba, que se hará efectivo el próximo domingo 20. Y no será una reunión más: Ruckauf insiste en condenar públicamente al régimen de Fidel Castro. El ministro de Relaciones Exteriores expone, entre sus razones, el secuestro de material a un periodista argentino que realizaba una investigación en la isla.
Después del tira y afloje con el FMI y la poca atención que Washington le brindó a su gobierno, Duhalde comenzó a pensar un cambio de postura, en consonancia por la asumida por Brasil. Habrá que ver si Ruckauf lo convence de mantener la línea que supieron imponer en sus gestiones Carlos Menem y Fernando de la Rúa.