EL PAíS
• SUBNOTA › SIN HERIDOS NI VIDRIOS ROTOS, EL GOBIERNO RESPIRO
Con la policía bajo control
› Por Diego Schurman
Los músculos comenzaron a aflojarse a la medianoche, aunque la tensión no desapareció del todo. A las 24 Eduardo Duhalde sintió que la sangrienta foto del 20 de diciembre no iba a reproducirse. El temor era entendible: con el mismo corralito y el mismo ruido de cacerolas que Fernando De la Rúa, pero con el agregado de una devaluación y el incremento de precios, el Presidente imaginaba una respuesta de la gente más cerca de la beligerancia que de los buenos modales. Por suerte –en especial para la suya– no fue así, al menos mientras la Plaza de Mayo estuvo poblada de vecinos y piqueteros y antes de que algunos choques amenazaran cortar la calma.
“Lo importante es que, en general, todo se desarrolló sin violencia. Fue un día de protesta pacífica, donde se respetaron los derechos de quienes manifestaron”, fue la ascética evaluación que Juan José Alvarez realizó a Página/12.
La medida respuesta del secretario de Seguridad tenía una explicación. Sobre él recayeron las presiones de un día que prometía el “caos” y en el que terminó predominando el “orden”.
El propio gobierno había colaborado a generar mal clima social. Aníbal Fernández ofreció un aperitivo el último fin de semana. “Los sectores de izquierda disfrazan las quejas de la gente con expresiones propias y objetivos inconfesables”, dijo el secretario general de la Presidencia.
Pero la frase se diluyó al lado de otra de Eduardo Amadeo, del martes, en la que incluyó la posibilidad de “reprimir”, con toda la carga histórica de esa palabra, amén de los sucedido el último 20 de diciembre.
El vocero presidencial reconoció el error, pero no pudo descomprimir ya no la queja callejera sino la que sobrevoló en la Casa Rosada. Era comprensible: Alvarez se había cansado de pregonar contra la “criminalización de la protesta”.
El propio Duhalde terció ayer apenas asomó el sol. “La represión es el último recurso. Las protestas no las resolvemos con la policía, la Gendarmería, el Ejército o las balas”, razonó. Fernández también tomó distancia de Amadeo. “La suya no fue una frase feliz”, evaluó.
Alvarez igualmente no se quedó callado. Y dejó un mensaje a aquellos que predican la tolerancia cero, una expresión del cultor de la mano dura, el ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani. “Hay que tratar de que haya cero muerto, cero herido grave y, si es posible, cero vidrio roto.”
Toda una paradoja: cuando se temía un conflicto puertas afuera, el calor se concentró por algunas horas en la Casa Rosada. A la tarde, los protagonistas prefirieron minimizar el tema, guardarlo en el arcón de los recuerdos, y seguir el desarrollo de las manifestaciones.
–Seamos prudentes –escuchó Alvarez por su celular con las primeras sombras.
Duhalde repitió la frase a otros funcionarios. No quería que un desmadre lo emparentase con el 20 de diciembre de Fernando de la Rúa.
Como una letanía, el secretario de Seguridad trasladó la orden a los efectivo de seguridad. Lo hizo con sus palabras.
–No repriman.
La misma cautela había solicitado la noche anterior a la CTA de Víctor De Gennaro, que se iba a manifestar en el Congreso. “Nos habló para garantizar tranquilidad, que expresáramos y planteáramos nuestra propuesta sin hacer ningún tipo de provocación ni disturbios”, relató al secretario de Organización de esa central sindical, Edgardo Depetri.
El propio De Gennaro consideró después que la garantía antidisturbios es la misma concurrencia. “Cuanto más gente más seguridad. Cuando hay poca gente puede haber cualquier aventura.”
Duhalde nunca vio a la CTA con aprensión. De hecho, el Presidente se puso al frente de las negociaciones con Luis D’Elía, líder piquetero ymiembro de esa central. Pero recela de otros sectores, menos orgánicos, que anoche fueron poblando la Plaza de Mayo.
Por ejemplo, un informe de inteligencia apuntaba al movimiento de Raúl Castells y alertaba sobre la posibilidad de disturbios frente a la Casa Rosada. Al cierre de esta edición solo se habían registrado algunas escaramuzas, cuando quedaba poca gente y los bomberos manguerearon a los pocos que se treparon a las vallas.
A diferencia de los primeros cacerolazos de la era duhaldista, donde el aparato policial –con efectivos motorizados incluido– terminó atizando a la concurrencia, anoche Alvarez perfeccionó el operativo. Apeló a una imagen menos intimidante y más pasiva de los agentes.
Al fin, fue fiel a su prédica. “Prefiero que la CNN muestre a esa mujer protestando y rompiendo un vidrio con el martillo, que a la policía reprimiendo a esa mujer, que igualmente va a romper el vidrio con un martillo”, dicen que dijo en la intimidad de su despacho.
En público, fue más académico: “Creo que en un Estado de derecho, el uso de la fuerza por parte del Estado es la última razón, la última de la última, no la primera”.
Nota madre
Subnotas
-
Con la policía bajo control
› Por Diego Schurman