EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
Los Precios Cuidados consiguieron niveles de conocimiento masivo e implicación popular muy superiores a los logrados en otras experiencias parecidas del Gobierno. La publicidad es más clara, los productos se identifican con claridad, las reglas son inteligibles, los ciudadanos consumidores responden. El Estado trata de preservar la autoridad informando y sancionando las desviaciones empresarias.
La comparación con el propio kirchnerismo alude, en cierta medida, a la gestión del ex secretario Guillermo Moreno, pero eso no debería ser el centro del análisis. En parte porque lo esencial no es criticar a funcionarios que ya no están ni siquiera en el caso de quienes lo hicieron antes. Y mayormente, porque la eficiencia y funcionalidad de Moreno no fueron unívocas ni iguales según pasaron los años. Y esa faceta es más relevante que una evaluación personal.
Los Precios Cuidados, como las medidas respecto del dólar, como la procura de créditos o de inversión extranjera son instrumentos de política económica. Los objetivos de un proyecto político nacional (el kirchnerismo, por ejemplo) son, en tendencia, irrenunciables. Los instrumentos de la política son variables y. casi por definición, coyunturales. No son infalibles ni en su mejor momento y distan de ser eternos.
Es habitual en dos áreas de actividad fascinantes, la política y el fútbol, que los conductores exitosos se fascinen con sus tácticas. Pero éstas, en escenarios competitivos, pierden vigencia según pasan los años. Los adversarios le toman la mano, cualquier acción, por virtuosa que sea, tiene contraindicaciones. Los jugadores o funcionarios corren el riesgo de mecanizarse en extremo o hasta achancharse.
Tremendos fueron los avatares nacionales desde 2003, las peripecias internacionales, los cambios en la estructura social y en la composición de la clase trabajadora. Es de manual que las herramientas perdieran filo, eficacia o hasta pertinencia.
Revisar lo que se hizo y aun ciertas lecturas de la realidad es un imperativo de la crisis, una exigencia para la continuidad.
La real competitividad de la industria nacional, la proporción de valor agregado, son tópicos que la realidad ha puesto en llaga, para nada los únicos. El amesetamiento de variables sustantivas como el nivel de desempleo o el del trabajo informal alertan acerca de los límites de las mejores políticas del kirchnerismo.
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Volvamos a la regulación parcial de precios. Da la impresión de ser una jugada profesional, articulada con inteligencia. Y siempre es valioso convocar a la participación popular para controlar demasías de los formadores de precios. Pero ninguna intervención ciudadana puede afectar la concentración económica de productores y comercializadores, un intríngulis de la economía argentina que sigue en pie como desafío a resolver o a aminorar mediante la acción del Estado.
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