EL PAíS • SUBNOTA › CAFIERO, EMBAJADOR EN EL VATICANO
› Por Fernando Cibeira
Desde Roma
Juan Pablo Cafiero lleva cinco años como embajador argentino en el Vaticano. Cuando resultó designado, la sensación era que tendría relativamente poco trabajo y que debía centrarse en desmalezar el vínculo del Gobierno con la Iglesia Católica, jalonado entonces por varios cortocircuitos. Pero quiso el destino que el año pasado ocurriera el hecho insólito de que un argentino se convirtiera en el Papa, lo que vino a cambiar su trabajo del día a la noche. Mientras conversaba con el canciller Héctor Timerman y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, en el lobby de líneas clásicas del hotel Edén, donde se aloja la comitiva argentina, Juampi Cafiero habló sobre este cambio.
“Las relaciones ahora son muy buenas –dijo–. La base de las relaciones siempre fue de respeto, autonomía y colaboración, esos son los tres conceptos que manejamos. Lógicamente, a partir de la designación de Bergoglio como papa, el rol que Francisco está teniendo hoy en la escena mundial y el orgullo que es para nosotros que sea un papa argentino, obviamente, modifican este esquema tan estándar que mencioné antes. Nos sentimos todos muy involucrados tanto en representar al país como en la jefatura de la Iglesia.”
–¿Hay un contacto muy cercano entre la embajada argentina y el Vaticano?
–Históricamente la embajada venía con una buena relación, pero ahora la relación es óptima. De mucho trabajo, pero también de mucho compromiso. Todo lo que hacemos implica la presencia argentina, la república más cercana al Papa. Hacemos de eso una identificación honesta con las actividades de Francisco. Diría que estamos en el 100 por ciento de sus actividades. También nos gusta proponer y llevar iniciativas.
–¿Qué iniciativas, por ejemplo?
–Nosotros nos sentimos muy atraídos por lo que está sucediendo. En todas nuestras actividades se hace eje en la doctrina de este pontificado. Por ejemplo, en lo que el Papa ha denunciado sobre la indiferencia ética, las personas que son descartadas por la globalización, la trata de personas, las nuevas formas de esclavitud, la corrupción. En todos los temas que planteó como flagelos de este sistema, nosotros trabajamos con ideas y llevamos el conocimiento que la Argentina puede aportar.
–¿Se incrementó la afluencia de argentinos durante este año que Francisco es papa?
–Sí. En las audiencias generales y el Angelus, las dos actividades públicas del Papa, las banderas argentinas dan fe de todo eso. A nosotros, por la embajada, aunque no es el único lugar para tramitar una audiencia, nos da un crecimiento muy alto de presencia argentina. No manejamos estadísticas, pero es muy visible. Además, la adhesión que genera este Papa se extiende a todo el mundo, a creyentes e incluso a no creyentes, que coinciden en muchas de sus posturas de carácter humanístico, social y ético.
–Entre los argentinos que viajaron hubo muchos dirigentes políticos y sindicales. ¿Esas audiencias también las tramita la embajada?
–Pueden pedirla en la Nunciatura en Buenos Aires, pueden pedirlas en la prefectura de la Casa Pontificia, pueden pedirlas en nuestra embajada. Hay un sentido de colaboración para que los argentinos –cualquiera sea la naturaleza de su representación, sindical, social, organizaciones no gubernamentales, organizaciones caritativas, religiosas, partidos políticos, gobernantes– puedan cumplir su deseo.
–¿Hay algunos que no lo consiguen? Siempre llamó la atención, por ejemplo, que Sergio Massa no fue recibido.
–Bueno, no sé, por mis manos no pasó esa situación. Pero, por qué no, hay que estar abiertos. El Papa es una persona muy abierta, siempre está en una actitud muy positiva. Pero no para hablar de la política argentina, sino para hablar de los grandes temas que hoy atraviesan la crisis de la humanidad y ver qué aportes se hacen desde la dirigencia.
–A veces da la sensación de que algunos querrían que el Papa comentara el título del diario de ese día.
–Eso no sucede porque mientras más en clave de política doméstica tratan de evaluar la acción del Papa, más error se hace en el diagnóstico. El Papa no está pensando en ese escenario, él piensa en los problemas de la humanidad y cómo la Iglesia puede ayudar y contribuir a sanar esos problemas. Eso no tiene el color de un partido político ni de un dirigente.
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