El sector autopartista, a diferencia del gráfico, atraviesa una etapa de dificultades. Cuesta sostener la producción y los niveles de empleo. Muchas de las empresas del rubro son pymes de capital nacional, pero la regla admite excepciones. Una era (o sigue siendo, a su modo que se contará) la autopartista estadounidense Visteon S. A., que empleaba a alrededor de 300 trabajadores en una planta ubicada en Quilmes.

La multinacional anunció su cierre total, indemnizando a los trabajadores. La Unión Obrera Metalúrgica (UOM), los ministerios nacionales de Trabajo y el de Industria y el intendente de Quilmes reaccionaron concertadamente. Pulsearon y consiguieron una solución superadora, que fue poco difundida.

Visteon pagó a los empleados una indemnización superior a la establecida por la Ley de Contrato de Trabajo: el 150 por ciento. La primera oferta llegaba al 120 por ciento.

Además la explotación será continuada por el personal, que formará una cooperativa. Como parte del arreglo, les quedó capital de trabajo.

Una labor pendiente es qué hacer con el inmueble en que funciona la fábrica. Se analiza que podría comprarlo el sindicato o el municipio y luego transferirlo a la cooperativa. Desde luego, nada es sencillo ni barato.

La gimnasia de los negociadores, la articulación con el gobierno nacional y la intendencia (el Barba Gutiérrez es un formado dirigente de la UOM) abrieron, todo modo, un escenario para construir.

Manejar una gran empresa es un reto mayúsculo, las condiciones del mercado (queda dicho) distan de ser ideales. En todo caso, comienza una nueva experiencia de gestión obrera de las empresas abandonadas por sus patrones. Un paso más de una tradición que alumbró, a pura necesidad, a principios de este siglo, que cuenta con apoyo estatal, que hace su camino al andar.