EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
La moratoria previsional obtuvo en Diputados 202 votos a favor, cero en contra, cuatro abstenciones (ver nota principal). Si a usted le complacen las mayorías parlamentarias amplias y pluripartidistas, guarde una foto de ese tablero electrónico. Las votaciones XL serán una excepción exótica en el juego parlamentario de los próximos meses, todo lo indica.
Los debates en el Congreso suelen parecerse a la apodada Primera Guerra Mundial, que en estos días cumplió cien años. Guerra de trincheras, ejércitos alineados frente a frente, firmes, disparándose por arriba de los alambrados.
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Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria (FA), criticó los proyectos de leyes de abastecimiento y protección a los consumidores. Lo hizo en road show por varias radios y canales de cable. El cronista lo vio-escuchó tres veces, días atrás. Su argumento más socorrido era que los abusos estatales podían llevar a la ruina a un “gringuito chacarero” dueño de unas pocas hectáreas. Es un tópico de Buzzi que, en algún momento, se identificó como uno de esos gringuitos de manos encallecidas. Valorización inmobiliaria mediante, hoy es millonario en dólares: ahora habla en nombre de otros, lo que está muy bien. En algún debate se le explicó que las normas iban a por los grandes formadores de precios, no dio crédito a esos argumentos y se estremeció ante un cuadro inminente: el gringuito confiscado por un Estado voraz y chavista.
Para sorpresa del sentido común hegemónico, el oficialismo mejoró su propuesta. Excluyó expresamente de la supervisión estatal a empresas chicas, medianas y micro emprendimientos. Y estipuló que las multas serían proporcionales al giro del establecimiento sancionado.
El kirchnerismo retocó su propuesta, escrita con demasiada prisa. El diario La Nación reconoció en nota de tapa del miércoles que los cambios son sustanciales y disminuyen el grado de intervención. Los senadores Gerardo Morales (UCR) y Rubén Giustiniani (socialista) admitieron que se acotaba la arbitrariedad. Pero remacharon que seguirán votando en contra. Son opositores, quieren oponerse.
La emprenden contra el artículo que establece que las multas deben pagarse antes de reclamar. Declaman que es inconstitucional, uno de sus reproches clásicos, al que acuden en exceso. Cuestionan un clásico del sistema tributario, añejado en el Derecho Romano por lo que se expresa con un proverbio en latín: solve et repete (traducido libre, pague y después apele o recurra). Desde ya que no todo principio antiguo es constitucional, por sí. Para probar que ese viene siéndolo en la Argentina hay tomos y tomos de jurisprudencia. No es ése el punto, desde ya.
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El editorial de ayer de La Nación se titula “Argenzuela”, un derroche de ingenio y de chatura conceptual. Hará escuela y se promete una segunda parte. Los simplismos cunden. La “malvinización” de la pugna contra los fondos buitre y las decisiones es otro lugar común, muy socorrido.
La oratoria oficial hierve rápido, a veces en exceso. El jefe de Gabinete Jorge Capitanich hizo mal al acusar a la CGT de estar financiada por los fondos buitre. Es inexacto y banaliza un tema denso, en el que el Gobierno se mueve con tino, en un contexto adverso huérfano de precedentes.
Si algo no hizo el Gobierno fue malvinizar. Primero depositó el pago correspondiente a fines de junio. Honró los pactos y las leyes nacionales. Su obrar, de tan coherente, desnudó la falta del juez: motivó a bancos internacionales a cuestionar los obstáculos interpuestos por Griesa. Los acreedores, contra lo que predicó la Vulgata mediática, no atacaron en manada a la Argentina. Mayormente se manejaron tranquis. Por ahora, hubo muchas más movidas contra Griesa que contra Argentina, en los tribunales y en organismos internacionales.
La propuesta de un nuevo sistema para canjes de deuda soberana, acuñada en el centro del mundo, es un triunfo político del Estado argentino que, ay, no surtirá efectos en el conflicto actual. Pero ratifica que su punto es serio, que no solo lo bancan los “rojos-rojillos” y que muchos dirigentes opositores están a la derecha de un creciente sentido común internacional.
La propuesta alternativa presentada por el Frente Renovador (FR) que encabeza el diputado Sergio Massa se parece más al proyecto oficial que al “no pasarán” mocionado por el jefe de Gobierno Mauricio Macri y su retaguardia radical.
Las divergencias entre el FR y el Frente para la Victoria (FpV) y el tono agonal de la época seguramente impedirán que se consensue algún mix, da la impresión. Pero, de nuevo, en lo conceptual no hay un abismo entre las dos posturas.
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Tras las Primarias Abiertas de hace un año y las elecciones generales ulteriores se dio por hecho un crecimiento arrasador del FR. El libro de pases estaba abierto, se vaticinaba que los peronistas (cual bestias feroces) se enardecen cuando “huelen sangre”. A un año vista, Massa conserva perspectivas buenas para pugnar en las presidenciales. Pero la espuma bajó, sus avances no confirmaron los pronósticos apocalípticos. Hay cambios de equipo durante el partido pero su impacto ni fue inmediato ni tan rotundo como se deseaba-adelantaba.
En las dos Cámaras del Congreso, el FpV se apaña para juntar quórum propio. Cuenta con aliados estables, por ahí añade alguno contingente. Hasta ahora le bastó para imponer su agenda.
Los votos, particularmente en Diputados, se disputan de a uno. Las votaciones serán cerradas, minga de XL. Habrá que esperar hasta último momento, en cada caso. Pero da la impresión que el oficialismo corroborará su primacía cuando se voten las leyes.
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