EL PAíS • SUBNOTA
“¿Cómo es? ¿Pueden hacer lo que quieren?”, preguntó una querellante en el juicio. Su grito retumbó en la sala casi vacía y despabiló al Oso Acuña, que charlaba lo más tranquilo con su mujer en la ex sede de la AMIA platense, donde se desarrolla el juicio por los crímenes en La Cacha, por los que el hombre está acusado. Mientras, el custodio del Servicio Penitenciario se hacía el distraído. “¿Cuál es tu problema? Callate, zurda”, le dijo el acusado de ser uno de los jefes de La Cacha, de liderar secuestros y sesiones de tortura. “Torturador”, le respondió ella, mientras se acercaba a la salida acompañada por un policía. “Mirá cómo dejaron al país en diez años; vamos a ver dónde te metés en tres o cuatro meses, ya te voy a agarrar”, la amenazó.
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