EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
El presidente uruguayo José Mujica le transmitirá el mando a su predecesor y compañero Tabaré Vázquez. Se lo devolverá, podría decirse. Es una transición inusual, dentro de la tendencia a la revalidación de las fuerzas populares progresistas en el vecindario. La presidenta brasileña Dilma Rousseff pudo restituirle el poder a su compañero Lula Da Silva, pero se decidió que ella fuera por la reelección. Acaso habrían podido intentarlo los presidentes argentinos Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, pero la fatalidad lo impidió.
Con esa leve originalidad, el Frente Amplio (FA) llegó al tercer mandato, con la mejor diferencia en ballottage de su historia. También el desempeño más lucido fuera de Montevideo, La capital es el bastión del FA desde que Tabaré llegara a la intendencia, hace ya 24 años. El interior fue más remiso y distante, ahora se mejoró mucho la cosecha de votos. El sociólogo Denis Merklen, en intercambio informal con este diario, le encuentra la lógica: la implantación de la jornada de ocho horas y la ampliación de leyes sociales.
El mismo Merklen añade algunas observaciones a la luz de los resultados generales, en la primera vuelta. El MPP de Mujica hizo una gran elección, mejor que las fracciones que acompañaron a Vázquez y al pertinaz Danilo Astori (siempre listo para ser ministro de Economía y jamás para ganar “por derecha” la interna del FA).
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Vázquez seguramente no es, para el peronismo kirchnerista, el líder más apreciado de la región, Pero lo es en su patria y representa una opción situada a la izquierda de sus adversarios. Mujica es más carismático, mezcla como pocos austeridad y militancia. Su coherencia ideológica es infrecuente, el discurso la refleja. Ha sido constructivo en la relación con los socios del Mercosur. Y es, para la idiosincrasia de los dirigentes uruguayos, el que mejor comprende y dialoga con el peronismo. Salute, don Pepe.
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El veredicto del pueblo uruguayo conjuga bien con la seguidilla de victorias obtenidas en Chile, Venezuela, Bolivia y Brasil.
Esa tendencia no define los comicios argentinos, pero sí demarca el contexto en el que se moverá el próximo gobierno. Sería conocido y más cómodo para el kirchnerismo, más trabajoso para sus adversarios. Entre los más relevantes, sólo el diputado socialista Hermes Binner fue congruente con su pasado y acompañó al FA.
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La derecha uruguaya no le ahorra diatribas al FA. El ex presidente Julio Sanguinetti los acusa ¡de parecerse al peronismo! Mayor pecado, imposible.
Cerril y congruente, la oposición uruguaya consiguió que se convocara a una consulta para bajar la edad de imputabilidad de los menores, Los alineamientos fueron previsibles, el resultado tal vez no tanto. La iniciativa fue rechazada, la mano dura no siempre gana.
Entre los problemas que afrontará Tabaré Vázquez hay uno poco conocido en la Argentina que ayuda a evitar simplismos y a encontrar analogías. Uruguay afronta una pesada demanda en el Ciadi, ese nefasto tribunal inventado para que jueguen en condición de local los grandes capitales internacionales. Lo inició la multi Philip Morris International, demandando daños y perjuicios por la política antitabaquista de Vázquez (que es sanitarista y oncólogo) en su primera presidencia. El reclamo es por 25 millones de dólares, lo que dista de ser una bicoca para el Uruguay. Y sugiere que, aunque algunos regímenes de nuestro Sur son más templados que otros, ninguno es el favorito del capitalismo salvaje.
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