EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
La aparición del abogado Máximo Rosconi como defensor del hombre que entregó la pistola a Nisman, causó perplejidad. Cerebrito Lagomarsino había recurrido inicialmente a la defensoría oficial pero se presentó en la causa y ante la opinión pública en compañía de un abogado que, como él mismo lo proclama, es caro y aspira a ser cada vez más caro. Rosconi fue defensor del ex presidente Carlos Menem en la causa por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, y de los mayores traficantes detenidos en el país, en la causa por lavado de dinero más importante habida aquí. Eso no lo identifica con sus clientes, por cierto, pero muestra la alta cotización de su ética profesional y Lagomarsino no es un cliente a su altura. Antes, Rosconi había llamado al juzgado federal de San Isidro y había dejado a la secretaria de la jueza Sandra Arroyo Salgado sus dos teléfonos de línea y un celular, con un mensaje: “Me pongo a tu total y entera disposición para asumir la querella de la familia, en forma gratuita”.
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