EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) son una relativa novedad a la que la dirigencia política y los votantes le irán tomando la mano. Como toda herramienta, la funcionalidad dependerá de quien la use. Tienen la utilidad de organizar de modo paralelo a los partidos. La competencia conjunta y obligatoria dinamiza al sistema político.
En 2011 las PASO nacionales funcionaron como predictor del resultado general, casi como una primera vuelta inapelable. No está escrito que siempre vaya a ser así pero es bastante posible que ocurra.
En la Capital en 2013, el Frente Amplio Unen supo sacar partido de una competencia interna muuuy variada, lo que le valió un gran resultado en la elección local. Su trayectoria posterior fue desoladora y autodestructiva. La golondrina no hizo verano: una táctica eficaz no equivale a una estrategia ni un éxito contingente a una construcción política.
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Hay PASO en varios distritos, cada uno es un rompecabezas en germen. En los últimos días se percibe un fenómeno similar entre diferentes fuerzas. Sus referentes no reniegan del instrumento pero quieren evitar que haya muchos aspirantes. El precedente de FA-Unen no les vale de modelo. Piensan en dos competidores, como mucho en tres. Más serían demasiados, sobre lo que parece haber un consenso transversal.
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Vamos por ejemplos, que no abarcan la imposible totalidad. Para el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, dos ya son demasiados. “Mauricio” reprueba la precandidatura de la senadora Gabriela Michetti, cada día de modo más estruendoso. A “Gabriela” le duele que su líder prefiera al jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta... pero no desiste de la competencia. El ejemplo, como tantos otros, revela un dato interesante: cuando se llega a la competencia, existen los micropoderes de dirigentes que entran en pugna (más o menos pareja, jamás igual) con los de los líderes. Hay desafíos en el PRO y en otras tolderías.
El diputado Sergio Massa afronta su propia rebelión en la granja. Al cierre de esta nota mantenía un encuentro con sus compañeros precandidatos bonaerenses, cuyas ambiciones son imposibles de complacer (en conjunto).
Las listas del Frente para la Victoria (FpV) en Capital espejan a su vez que no fue posible consensuar una representación conjunta. Mariano Recalde y Carlos Tomada encabezan las boletas de Cristina, sus contrincantes repasan encuestas. Todos se tienen fe.
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Encuestas, desde ya, hay para todos los gustos y paladares. Muchos factores conspiran contra su plena credibilidad. La proliferación de candidatos es uno más, nada menor. Hasta un iniciado se marea cuando se le pregunta por teléfono su preferencia entre una cantidad de pretendientes superior a dos dígitos.
La pulsión de los jefes políticos por restringir la competencia a una suerte de semifinal tiene su lógica aunque perjudicará a la industria del papel. Suena riesgosa, aleatoria, la perspectiva de un ciudadano común que entre al cuarto oscuro y se tope con decenas de boletas, apurado por los que lo siguen en la fila y la propia ansiedad.
De cualquier forma, el aprendizaje es divertido; las PASO, un avance en construcción.
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El cronista añade que, puesto a elegir con sufragio obligatorio, el pueblo argentino suele expresarse de modo racional y comprensible. Con muchos años de experiencia democrática, sus pronunciamientos pueden ser discutibles pero no tienen el sello de la dispersión o lo impensado.
Como siempre, todas estas hipótesis estarán sometidas a la prueba ácida de los hechos. Una rutina fascinante, cuya reiteración es un progreso colectivo.
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