Dom 19.04.2015

EL PAíS • SUBNOTA

Galeano, el arte de contar

› Por Mario Wainfeld

Eduardo Galeano, que así eligió llamarse él, dejó al morir una obra que será revisitada por una muchedumbre de lectores tenaces y desolados. Uno de ellos escribe estas líneas.

La trayectoria de Galeano recorre largas cuatro décadas de historia. Las etapas no son homogéneas, la escritura y la vida de Galeano recogieron esos cambios.

Siempre (con) vivieron en sus acciones y sus libros el periodista comprometido, el ensayista torrentoso de Las venas abiertas de América Latina, el militante perseguido y exiliado. Pero el correr de los años y los cambios promisorios también incidieron en su estilo, en su popularidad y en su legado.

Hace muchos años venía siendo un protagonista consagrado, reconocido, requerido y re-querido. Un narrador que sabía gratificar a su público, que a su vez disfrutaba agradeciéndoselo.

La escritura urgente y torrentosa de Las venas... fue un formidable ejemplo setentista. La explotación, la dependencia, el despojo están ahí y jamás faltaron en la obra futura. Pero el texto también era un producto de época. Muchas de sus revelaciones devinieron saber colectivo, datos ineludibles. Es un logro para los manifiestos, también sellan parte de su incidencia futura.

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En su recorrido el hombre decantó un estilo de narrador sólo en apariencia menos complejo: los libros constituidos por fragmentos relativamente breves, las historias conformadas por cantidades de historias. Una totalidad portentosa que se deja leer y releer en partes. Invita a hacerlo en realidad.

Las venas... no fue concebido para ser leída en voz alta o recontada. Otros textos que lo sucedieron sin dejar de quedar en el papel se integran a la memoria oral de nuestra cultura. Galeano fue, al fin, una curiosa variante del narrador que reúne a la gente junto al fuego, expresión que le soplo a un amigo.

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Sabía decir sus textos y pudo hacerlo ante nutridos auditorios en variadas latitudes. Los programas del Canal Encuentro son una prueba accesible, al alcance de la mano de quien quiera ojee esta nota.

Fue prolífico, llegó a ser popular. Demasiado desafío para tantos cánones elitistas en boga, seguramente.

Fue coherente con sus ideas y sus valores. Demasiado para la derecha de su país, que lo despidió de mala gana. Hay que ver lo que se escribió en el diario uruguayo El País... “El guionista de la izquierda” llegaron a decir. La frase pinta más al emisor que al destinatario. La derecha mediática no ahorra bajezas ni se equivoca cuando juega de local. Los diarios argentinos fueron más delicados, por una vez.

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Jamás renegó de la denuncia, del compromiso, de la ironía o del espíritu crítico. El tiempo, la madurez, el contorno histórico le añadieron a su calidad diversas formas de celebración. De la vida, de la comunidad, de placeres cotidianos o compartidos, de las mujeres. La pasión por el fútbol, que tanto se mentó en sus semblanzas, forma parte de un corpus mayor. La buena vida, la noble vida deben ser enaltecidas: forman parte de los derechos de la humanidad. El narrador ayuda en ese sentido, cuando comunica. Ser grato es uno de sus designios, nada menor. El sentido del humor, don de la inteligencia, siempre adornó su palabra.

Comunicar, agrada decirlo en años de fronda, es mucho más que informar o denunciar. Comunicar es una forma calificada de convivir, que comprende la capacidad de mejorarle la vida al otro. No solo “esclareciéndolo”, que claro que sirve. También deparándole buenos momentos. La prosa cuidada, el respeto por quien lo leía, la atención que ponía en las ediciones de sus libros reflejaron esa búsqueda, que lograba con trabajada facilidad. Su editor Carlos Díaz contó cálidamente en el diario Clarín cuánta atención y obsesión dedicaba Galeano a sus libros, aun en sus ilustraciones. De nuevo: comunicar, más vale, es bastante más que escribir.

Simplifiquemos un poco, ojalá haya quien comparta la idea y la diga mejor. Cuando se publicó Las venas... un libro político era una herramienta, esa fue brillante y acaso inigualada. En el devenir de Galeano los libros se hicieron ofrenda.

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Uno tuvo la suerte de verlo alguna vez personalmente y pudo entrevistarlo. Siempre era un placer escucharlo o darle pie.

En la charla personal o en el reportaje, Galeano hablaba como escribía. A veces repitiendo o parafraseando sus historias, en otras inventando alguna nueva.

Despedirlo apena, aunque queda la perspectiva de reencontrarlo y regalar sus libros, otro placer del lector conspicuo, una nueva ofrenda.

A título muy personal, Mario añade un beso para su compañera Helena Villagra. Una mujer alegre y profunda como él, que supo quererlo, acompañarlo, insuflarle fuerza e inspirarlo.

Nota madre

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