EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
El escrutinio provisorio en Santa Fe tuvo un desenlace pésimo y preocupante. Quedaron sin escrutar más de 700 mesas, en el orden del diez por ciento del total. Un error grave del gobierno provincial socialista que fue agravado porque no se lo asumió, escondiéndolo vanamente hasta que se develó.
La responsabilidad de gestión es evidente y daña la credibilidad democrática. Hacerse el distraído, respecto de algo que inevitablemente se conocería, agrega responsabilidad mezclada con una dosis alta de torpeza.
Los partidos opositores denunciaron fraude, que debería investigarse y que por ahora no está probado. No es serio definirse de modo tajante pero parece raro que se fragüen resultados para aparecer perdiendo por menos de 5000 votos. Las autoridades o candidatos del PRO o del Frente para la Victoria (FpV) no aportaron datos o actas que corroboraran sus denuncias. Si las tuvieran, no se entiende por qué se abstuvieron.
De nuevo, el papelón es inmenso. El escrutinio definitivo que el gobernador Antonio Bonfatti espera tener el miércoles suministrará más certezas. La interna del Frente Progresista que enfrentó al socialista Miguel Lifschitz con el radical Mario Barletta se definió por una diferencia muy grande, casi imposible de revertir. En las otras categorías, el impacto en los resultados no cambiará mucho. El deterioro institucional, que debe ser custodiado siempre, carga en el “debe” del socialismo.
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Esto dicho, vale hablar de otros aspectos interesantes. Falló el gobierno, también queda bajo la lupa la “boleta única”, herramienta endiosada por los supuestos maestros de la democracia. Como todo instrumento, tiene virtudes y defectos. Ninguno es perfecto, todos están sujetos a la prueba de la experiencia.
La boleta única ahorra papelería, permite que el votante llegue a una mesa prolija no atiborrada de papeles, he ahí una virtud. La segunda es que impide picardías, trapisondas o trampas (usted elija o combine) habituales como es dejar a partidos “chicos” sin boletas, desamparando a sus potenciales electores.
La desventaja es que esa perspectiva beneficiosa, dialécticamente, puede conspirar contra el activismo de los fiscales partidarios y hasta contra su asistencia.
Los fiscales celosos, avispados, con convicciones son imprescindibles en comicios masivos. Capacitar uno requiere una cantera de ciudadanos convencidos y con experiencia, que puede ser suplida con el auxilio de fiscales generales competentes.
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La boleta única, se regocijan las ONG pontificadoras o cronistas sin rodaje político, fomentan que el votante “elija su propia aventura” armando una lista mixta. Se despotrica contra la lista sábana que puede tener sus bemoles y albergar impresentables.
La contracara es que expresa la lógica de los partidos políticos, que se supone “todos queremos defender”. Hay en las listas militantes o personas poco conocidas que no equivale a poco recomendables.
El picoteo del votante propende a inclinarse por las personalidades conocidas. Dicho en sentido figurado y con ternura, individuo “mata” partido, Algunas personalidades podrán serlo por sus méritos, otras por salir con figuras de la farándula, otras por pelearse a gritos en programas de tevé políticos o de espectáculos. El método tiene ventajas y riesgos, como casi todo en la vida.
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La papeleta santafesina es gigantesca, trabajosa para manipular, difícil de leer. Tampoco consigna a todos los candidatos de las listas: solo a los tres primeros.
Además, añade un modismo nuevo a un problema clásico. Computar los votos en blanco siempre es trabajoso, porque son un faltante que debe calcularse anotando las boletas que no se pusieron en el sobre. Si no se hace voto a voto, es difícil reconstruirlo al final. Lo clásico es anotarlas en un pizarrón o en una hoja de papel. En la boleta única santafesina no consta ese rubro lo que dificulta rechequear los totales y evitar errores de conteo.
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Votaciones escandalosas hubo varias desde 1983. Por mencionar solo algunas, la cordobesa de 2007 en la que el peronista Juan Schiaretti le arrebató la gobernación al ahora senador Luis Juez, Cortes de luz, interrupción larga del escrutinio, parciales asombrosos en algunas localidades... Todo olía a fraude que Juez denunció pero que no pudo probar porque, todo lo indica, no tenía fiscales en las localidades en las que peronistas y radicales habrían “volcado” las urnas. Si no tenés fiscales, fuiste y alpiste. Es una regla no escrita pero vigente.
En Chubut 2011 se produjo un escándalo similar. Se llegó a hacer una elección complementaria en algunas ciudades, sin alterar la estrecha victoria provincial del candidato del ex gobernador Mario Das Neves, Martín Buzzi.
Hay más ejemplos, no predominan en 32 años de votaciones cada dos años a nivel municipal, provincial y nacional. Son minoría, en general se garantizó la legitimidad de origen de las autoridades electas. Las presidenciales entre ellas y desde ya. De cualquier manera, el patrimonio democrático debe defenderse cada día y cada vez para evitar el desaliento de las personas de buena fe y las maniobras de las o corporaciones antidemocráticas, que las hay.
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El voto universal y obligatorio es pilar de un buen sistema. En las comarcas sin voto obligatorio suelen participar en mayor proporción los que más tienen, en patrimonio o en capital cultural: nada para envidiar.
La inclinación correcta, insiste este cronista, se solidifica si los requisitos para fiscalizar se parecen a los necesarios para participar. En ese caso, apenas ser un ciudadano con inquietudes y saber contar. No ser un experto informático ni un egiptólogo hábil para descifrar jeroglíficos en boletas hechas para iniciados.
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