EL PAíS • SUBNOTA › VERóNICA LEMI, DE ACCIóN RESPETO
› Por Mariana Carbajal
Muy didáctica, Verónica Lemi, de Acción Respeto, explicó las diferencias entre un halago, un piropo y un acto de acoso callejero. También se refirió a la aprobación de normativas para prevenir y sancionar esa conducta en otros países, y las limitaciones de las leyes argentinas.
–¿Hay leyes en otros países para sancionar el acoso callejero?
–El tema de la legislación existente es un poco confuso. Hay leyes en distintas partes del mundo, pero en su mayoría son municipales o poco específicas en términos de tipificar la conducta ofensiva. En la legislación argentina está contemplada la “intimidación”, pero no se establece el acoso callejero como tal, mientras que legalmente un manoseo es considerado abuso sexual, aunque de todas formas rara vez se denuncia como tal y rara vez se detiene al agresor. Córdoba tiene, por ejemplo, una ley que contempla el acoso en medios de transporte. Leyes específicamente apuntadas al acoso callejero como forma de violencia de género, por lo pronto, hay pocas, pero creo eso se debe en parte a que es un asunto que se ha puesto en debate público muy recientemente. Bélgica llegó a los titulares hace poco con una ley y después Perú aprobó la suya.
–¿Cuáles son los aspectos que destacaría de la ley peruana?
–El punto es establecer el acoso callejero como una forma de violencia hacia las mujeres en espacios públicos y esto es lo novedoso. En Perú todavía no se trató el aspecto punitivo: se aprobaron los aspectos vinculados a la prevención y la definición y categorización de acoso. Lo realmente trascendente de la ley peruana es que establece la responsabilidad estatal para garantizar a las mujeres vías de denuncia y protocolos para su atención, cosa que hasta ahora era imposible de imaginar.
–¿Cuáles son las diferencias entre halago, piropo y acoso callejero?
–Son tres actos de habla distintos, por los elementos que componen la situación comunicacional, desde el lenguaje corporal, el tono, los marcadores discursivos, hasta los roles de los participantes. Un halago se da entre personas, indistintamente de su género, y entre conocidos o, en caso de ser desconocidos, son ciertos marcadores discursivos que muestran al interlocutor que la intención es respetuosa. Si nos ponemos a pensar en las interacciones que tenemos con desconocidos en la calle cuando pedimos la hora, cuando queremos avisar que se les cayó un papelito o que tienen el cierre roto, cuando queremos pedir cambio, incluso a veces cuando queremos saber el precio de algo, decimos “disculpá” antes. De esa manera reconocemos al interlocutor como tal y como persona que quizás estamos interrumpiendo. Una de las cosas siempre surgen es que los varones preguntaban si no pueden entonces decirles nada de nada por la calle, y nosotros decimos que si quieren decir algo lindo a una chica al menos que digan “disculpá, ¿te puedo decir algo?” de modo de que la mujer tenga opción de aceptar o no esa interacción. Y es que ése es el código que manejamos para todo menos para los piropos.
–¿Cómo define un piropo, entonces?
–Los piropos son comentarios halagadores –no es lo mismo que decir que son halagos– que hace el hombre sobre la mujer. Hoy en día el piropo ya no es el verso poético rimado, hoy en día se limita sencillamente a “qué bonita”, “sos hermosa” y expresiones que lo único que expresan es esa admiración por el aspecto de la mujer. Pero en esta interacción, y muchos hombres lo han resaltado como la “gracia” de piropear, lo que vale es el impulso, la espontaneidad. Claro que lo que para ellos es espontaneidad para la mujer es una acción que avasalla su libertad de decidir si participa o no, en tanto se le impone de la nada y sin siquiera darle tiempo a reaccionar. Peor aún, si analizamos el acto de habla, el hombre al emitir esa opinión al pasar, sin esperar respuesta y, sobre todo, no reconociéndola como interlocutora, la ubica en el lugar del tema del mensaje, es decir, el objeto sobre el cual se habla y no la persona a la que se le está hablando. Así como es molesto cuando la gente habla de uno como si no estuviera presente, es molesto para muchas mujeres porque tienen la misma sensación de deshumanización. No es violento en sí, a muchas mujeres que no lo piensan tanto les gusta y es perfectamente válido, pero no podemos dejar de oír a las mujeres que están expresando que a ellas les incomoda porque las hace sentir objetos, menos que menos siendo que la situación comunicacional está claramente ubicándolas en ese papel.
–¿De qué depende que se configure el acoso callejero?
–El contexto, el cómo, dónde y cuándo, el tono, la postura. Es una forma de intimidación, es hostigamiento constante en la vía pública. Lo tenemos tan naturalizado que cuando una chica reacciona, la miramos mal a ella en lugar de preguntar qué pasó. Cuando una chica se queja, le decimos que le tiene que gustar, que por lo menos significa que es linda, como si todo lo que tuviéramos como objetivo en la vida fuera la mirada masculina.
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