EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
El medio no es, forzosamente, el mensaje. Dos tweets del sociólogo y académico Ernesto Semán sirven de prueba, justo en el aniversario del atentado contras las Torres Gemelas mientras la apodada “crisis humanitaria” desafía y pone en descubierto a los países centrales.
Escribió @ErnestoSemán:
“No hay fenómeno más importante en lo que va del siglo que empezó el 11/9/2001 que la crisis migratoria en Europa hoy. Ambos, muy conectados”.
“No se puede entender el tenor de la crisis migratoria frente a Europa hoy sin la desestabilización de Medio Oriente y Africa post Sept. 11.”
La reflexión viene a cuento porque una de las manifestaciones del poder hegemónico es prescindir de los contextos históricos. Las muchedumbres que emigran son descriptas cual si fueran víctimas de una catástrofe natural como un tsunami. O como mucho como sujetos pasivos de la violencia política de sus países de origen. A diferencia del tsunami, esta existe pero no nace de gajo ni es ajena a decisiones imperiales cuyas consecuencias, para colmo, estaban cantadas desde el vamos. La inédita resistencia masiva a la agresión contra Irak, aún en países aliados de Estados Unidos, contenía esas prevenciones. Trabajaba en concreto, escarmentada por lo ocurrido en Viet Nam o en otras tantas latitudes.
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Más en general, las migraciones colectivas son característica ineludible de la “globalización” real existente. Se ha solido (hemos solido) señalar cuán injusto es que las mercancías, los flujos financieros, la información circulen por el globo en cuestión de horas desconociendo las fronteras nacionales y lo que antes se conocía como soberanía. Tal vez se soslayó o subestimó algo bien apuntado por Slavoj Zizek en una nota titulada “La inexistencia de Noruega” publicada anteayer en Página/12: “los refugiados son el precio de la economía global (...) la soberanía nacional deberá redefinirse radicalmente e inventados nuevos niveles de cooperación global”.
El politólogo Zygmunt Bauman explica como nadie la capacidad del poder absoluto de eximirse de dar explicaciones que es un rebusque para evadir responsabilidades de origen.
Como fuera, los emigrados golpean las puertas de Europa y fuerzan respuestas inmediatas. Como la realidad no es uniforme ni está exenta de matices es lineal y errado igualar la relativa amplitud del gobierno alemán de Angela Merklen (y lo que es más sugestivo, de parte de sus ciudadanos). Eso los distingue del salvajismo sectario de la Gran Bretaña de David Cameron, dicho esto de modo provisorio y sujeto al devenir futuro.
Aquellos polvos trajeron estos lodos aunque una dirigencia esclerosada, la más mediocre desde la segunda post guerra, alega inconciencia y silba bajito. Un mundo complejo, interconectado, todavía vulnerable al mensaje de las fotos del pibe Aylan los induce a reformar políticas en cierta medida. La política existe, la opinión pública también, tanto como una cierta conciencia humana esencial. Estirar sus límites es un reto para las mejores personas de acá y allá, que en todas partes las hay.
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La ideología, las cosmovisiones también existen y se cuelan por doquier. Para la de este cronista, que este diario contiene y formatea como ninguno, Evo Morales y Lula da Silva son mucho más que dos grandes presidentes de nuestra región. Simbolizan, porque corporizan, los ascensos sociales provocados por sus gestiones de gobierno. El dirigente surgido de las comunidades originarias y los movimientos de base, el obrero industrial venido de la pobreza más extrema enorgullecen a sus vecinos. Son, además, expresiones de los regímenes democráticos más dinámicos y promisorios del siglo XXI, afincados en este Sur. Ellos y las dos presidentas reelectas de Argentina y Chile representan la emergencia de minorías subvaloradas y relegadas. Llegaron a su sitial en tiempos de paz y gobernabilidad y no merced a la insurrección armada o a cualquier tipo de violencia.
El desprecio con que fueron tratados en días recientes por una fracción sustancial de la prensa argentina es todo un síntoma. Ideológico desde ya aunque signado por una bronca coyuntural. Evo y Lula apoyan al kirchnerismo, lo que es pura lógica instrumental porque saben que el triunfo de los adversarios del Frente para la Victoria empiojaría en futuro de sus propios países.
Lula hasta ayer nomás era usado por los maestritos “republicanos” como ejemplo del buen salvaje. Según ellos, era el estadista que sabía qué debía hacerse para “entrar al mundo”, quien marcaba un rumbo ignorado por sus necios o parroquiales colegas argentinos. Bastó que expresara sus lógicas preferencias para que fuera vituperado como un corrupto, un chorro de baja estofa, un cantante de rock en decadencia. La limitación de esas miradas llama al sarcasmo, tal vez a la bronca pero antes que nada a cobrar conciencia de quién es quién en el mundo cercano y en nuestro barrio.
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La integración internacional, la búsqueda de apoyos, el tejido de alianzas son consignados como deseos no concretados de la oposición autóctona. Todo eso concretó el gobierno argentino en la histórica decisión tomada en las Naciones Unidas (ONU) en esta semana.
El avance no es mágico: no resuelve el conflicto con los fondos buitre ni una eventual renegociación de la deuda. Pero la creación de conciencia internacional es siempre un avance que sólo las lecturas filisteas se empacan en negar.
Estados Unidos y Alemania hicieron masa crítica para oponerse, con un puñado de aliados que los siguen en las buenas, las malas y particularmente en las peores.
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