EL PAíS • SUBNOTA
- Taty Almeida (Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora): “Es un día estupendo, un aliciente para estos momentos tan difíciles que estamos viviendo. Es una demostración más de que cuando nos juntamos y defendemos las causas justas, lo logramos. Lopérfido no renunció, lo renunciamos: es muy distinto. Se hizo justicia. Estoy emocionada y conforme”.
- Mabel Careaga, integrante de la Asociación Memoria de la Santa Cruz: “Es un logro de la democracia haber conseguido que Lopérfido no sea más ministro de Cultura. Los porteños no queremos funcionarios negacionistas en la Ciudad de Buenos Aires, porque cuando hablamos de Cultura también nos referimos y buscamos una cultura inclusiva y no una cultura como negocio. Dejamos en claro que no volveremos a la teoría de los dos demonios: en este país hubo terrorismo de Estado, cuyas víctimas fueron torturadas y asesinadas en el marco de un genocidio.”
- Giselle Tepper, de HIJOS: “Es un gran paso que se ha podido dar fundamentalmente debido a la militancia de artistas y de organismos de derechos humanos para generar la condena social. Nos parece que es muy importante que se haya logrado desde la calle, desde el pueblo, que se corra a un negacionista de un Estado. Esto permitirá que de acá en adelante no haya ningún funcionario negacionista en ningún nivel del Estado. Se le pudo marcar un límite a la impunidad, al intento de retroceder en el camino recorrido en términos de políticas de Estado de memoria, verdad y justicia. Lopérfido queda aún a cargo del Teatro Colón, y mientras siga como funcionario de la ciudad nosotros seguiremos insistiendo en que (el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez) Larreta es cómplice del negacionismo. Así como se fue de Cultura, Lopérfido se tiene que ir de todos los cargos.”
- Manuel Gonçalves, de Abuelas de Plaza de Mayo: “Nos conforma que Lopérfido vaya perdiendo terreno en la función pública, ya que sabemos que aún sigue siendo funcionario. Nos parece además que debería haber tenido la decencia de reconocer que se equivocó. La democracia no se merece tener funcionarios que con su palabra, además de con sus actos, la dañen. Y en ese sentido, hubiese sido bueno que Lopérfido se retractara de manera integral, que reconociera que lo que dijo no es cierto. Con lo que costó, con la sangre que costó esta democracia, es terrible que gente que ocupa cargos públicos diga barbaridades. Sería un error enorme que después de lo que nos costó que todos nos hagamos cargo de lo que pasó, venga un funcionario público y lo niegue. No lo podíamos permitir así que en ese sentido, la renuncia de Lopérfido nos reconforta: finalmente esas viejas locas fueron escuchadas por la sociedad.”
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