EL PAíS • SUBNOTA › LA INTERPRETACION DE BOFF SOBRE EL PAPA EN CUESTIONES DOCTRINARIAS
Notoriamente optimista sobre Francisco, el teólogo brasileño da el ejemplo del Episcopado canadiense frente al aborto, pide una pastoral basada en el cuidado y cuenta su intercambio con el Papa sobre ecología.
› Por Martín Granovsky
–Un Papa que, como usted dice, está en el camino de San Francisco y de las necesidades populares, ¿no debería hacer que la Iglesia deje de oponerse a la legalización del aborto?
–Le pido que repare en un dato para mí muy importante: Francisco permitió que el tema del aborto fuera discutido. Antes directamente era un tema prohibido. Solo podía hablarse en términos de condena. Uno de los criterios para nombrar obispos era si el candidato había tocado el tema del aborto en tono de análisis. Si alguien lo había hecho, quedaba descartado. Cuando el Papa habla de consultar lo que piensan los cristianos ya se pone en otro punto. Mantiene la posición tradicional cristiana, pero lo nuevo es el sentido democrático de respetar lo que las sociedades dicen. Puede ser que no sea hegemónico. Antes la iglesia consideraba que podía interpretar la ley natural y los diputados debían seguirla. Pero los Estados son laicos, o sea que no niegan las religiones pero permiten que todas se expresen.
–¿Hay algún caso de escucha activa?
–Canadá. El Episcopado fue derrotado en el debate nacional por el aborto. Entonces aceptó esa realidad y creó instancias de solidaridad con personas que han decidido el aborto. Deja que ellos decidan pero no deja de ejercer una pastoral de acompañamiento.
–¿Ya se vio con el Papa?
–No pero nos comunicamos. Él todos los domingos a las 10 llamaba a Clelia Luro, la mujer de (el ex obispo de Avellaneda) Jerónimo Podestá. Lo hacía cuando era cardenal y lo siguió haciendo después. Un día yo estaba visitando a Clelia a esa hora y llamó el Papa. Habló también conmigo y me pidió materiales para la encíclica. “No los mande al Vaticano porque no llegan”, me dijo. “Envíelos por un amigo.” Como entendí que el Papa no tiene mucho tiempo le mandé textos cortos y categorías clave: la tierra como casa común, la relación de todos con todos...
–¿Qué hizo el Papa?
–El día anterior a la difusión de su encíclica Laudato Si me agradeció la contribución. Yo me sentía volar, porque había propuesto superar una ecología restringida al ambientalismo. Buscar una integral, que incluyera la mente humana y fuera cultural y política. Porque la casa común es algo existencial. Uno ama su casa. La defiende. Es lo contrario del poder como dominación, que fue el que produjo el caos ecológico y social mundial. La contraposición del puño cerrado es la caricia, el cuidado de la naturaleza, de las personas. El cuidado es una categoría que viene de San Agustín. Es la esencia de todos los seres vivos.
–¿La más importante?
–Sí. Más que la creatividad. Sin cuidado de sus madres nadie estaría vivo. Es una categoría activa, que debe realizarse continuamente, como una relación amorosa. Todo está conectado con todo. Nada existe fuera de la relación. Tenemos que enriquecer la razón intelectual con la razón cordial, la que siente. Escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres. La encíclica habla de caminar juntos con los hermanos y las hermanas, con el hermano sol y la hermana luna. ¿Qué es lo que convence a un cristiano? El encuentro, la relación. Eso es lo que produce convicción. El cristianismo es bello. No puede ser una religión basada en condenas o en una visión que busca ser la pesadilla general de la Humanidad. Jesús vino para enseñarnos a vivir, no para crear otra religión. Vino para enseñarnos solidaridad, amor, capacidad de perdonar, protección de lo que vive y existe y apertura a Dios y al infinito.
–¿El infinito incluye al ser humano?
–Por supuesto. La Humanidad es infinita. Jesús no puede ser apropiado por las iglesias. Por ninguna. Francisco plasma bien esas ideas. La Laudato tiene como destinataria a la humanidad y no solo a los cristianos. Dice que la amenaza es inminente y que debemos actuar. Pero suscita mucha esperanza por la existencia de medios tecnológicos y de espíritu abierto para actuar. Mire, le pasé un texto del Libro de la Sabiduría, que es el único de todos escrito en griego. En 11:24 siempre leímos que Dios es el soberano amigo de la vida. Pero la traducción correcta del griego es “amante de la vida”. Y en la encíclica la frase figura así.
–¿Cómo se tratan?
–En uno de los llamados lo traté como Su Santidad. “Santidad es el Dalai Lama, yo soy Francisco”, me dijo. Todavía no pude verlo pero ya nos encontraremos. Veo que quiere rescatar a los que han sufrido persecuciones a raíz de la Teología de la Liberación.
–En algún momento leí que su entusiasmo por el Papa surgió del nombre que adquirió Jorge Bergoglio. ¿Usted no tenía de antes otra información?
–Bueno, yo soy cercano a Claudio Hummes, un cardenal brasileño muy amigo de Bergoglio. Siempre le decía a Claudio que en la Iglesia hacía falta un Francisco en la línea de San Francisco de Asís. Si no la Iglesia seguiría en ruina moral con los sacerdotes pedófilos y los cardenales que los protegían. Hummes sopló el nombre al oído de Bergoglio. Y claro, un San Francisco no vive en palacios. Con un San Francisco los pobres tenía centralidad. Por eso la primera visita del Papa fue a Lampedusa, donde llegan los refugiados que sobreviven la travesía. Reivindicó la Iglesia de los pobres y criticó duro al paradigma occidental del que perdió la capacidad de llorar y no siente el dolor del otro. Esos gestos son absolutamente fuertes, más que las palabras. Donde va, Francisco abraza y visita los sitios más marginados. La gran significación de un cambio en las estructuras mentales fue cuando llamó a la Academia Pontificia a representantes de los movimientos sociales. Los encontró de nuevo después en Santa Cruz de la Sierra.
–¿Cuál sería la lógica?
–Sería como decir: “Quiero que las víctimas vengan directamente, me hablen de su dolor y me expliquen cuál es la causa del dolor”. De allí sale trabajo, tierra y techo como la tríada de derechos fundamentales. O la idea de no esperar nada del sistema ni del Estado ni de las clases pudientes. Las cooperativas y los movimientos deben ser los profetas del cambio. “De ustedes viene la solución”, les dijo. Así se construirá una civilización de la vida.
–¿El Papa no podría o no debería ser más tajante y hablar de la concentración financiera?
–Usted habrá advertido que está cambiando su léxico. En el viaje reciente a Polonia les dijo a los periodistas que “el más grande terrorismo es el capitalismo”. La frase fue muy irritante para sectores poderosos de los Estados Unidos, que no solo ven al capitalismo como un modo de producción sino como una cultura que se desarrolla a costa del sacrificio de la naturaleza y del hombre. La Iglesia siempre osciló entre criticar al sistema y defenderlo.
–¿Usted dice que no lo hace más?
–Llegó a convertirse en un aliado del sistema occidental capitalista pero este Papa no quiere que la Iglesia siga ocupando ese papel. Actúa como debe, con el vigor de un jesuita y la ternura de un franciscano. Cita mucho al filósofo Romano Guardini. Yo lo escuché a Guardini en Munich, cuando decía que se había perdido el humanismo. Por eso Francisco se ocupa en la Laudato de citar episcopados sin tradición teológica. Porque ellos también son portadores de la tierra y del futuro del mundo. O cita a un protestan como Paul Ricoeur. Es el primer papa de la globalización vista desde el sur, porque en Europa vive solo el 24 por ciento de los católicos. El 62 por ciento está en América Latina y el resto en Asia y África. ¿Será el primero de una genealogía de Papas que vendrán del Tercer Mundo y del Cuarto?
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