EL PAíS
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Una taberna de postín
La especialidad de Lucio son los huevos estrellados. El manjar que atrae a personajes del mundo entero a la famosa taberna madrileña exige la prudencia de freír poco los huevos, que las papas más que crujientes queden casi confitadas, y cumplir a la perfección el arte de romper las yemas con una cuchara y un tenedor. El presidente Néstor
Kirchner no pudo resistirse al clásico menú en la cena que compartió anoche junto al jefe del gobierno español José María Aznar y sus respectivas mujeres (ver nota central). Casa Lucio no es un restaurante de lujo sino un representante típico del mesón castellano cuya cocina logró seducir a propios y extraños. Una taberna, vamos. Un primer plato de jamón ibérico, uno principal de huevos estrellados y un buen vino español es el consejo que el propio dueño hace a cada comensal que se acerca al barrio Cava Baja. “Aquí vienen los poderosos porque somos muy simpáticos, servimos muy bien, se lo pasan muy divertido y el mundo nos quiere”, explica con naturalidad Lucio Blázquez, quien ya ha visto comer en miles de oportunidades a reyes y presidentes de todo el planeta. Inspirado por la especialidad, el poeta Francisco Rabal escribió una noche: “No hay huevos en toda España/y me los juego contigo/como los huevos de Lucio/y no exagero en decirlo. Estos huevos que destaco/están con patatas fritas/pero con raro misterio/que excitan el apetito”. Y olé.
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