EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
En la semana de su acercamiento al Papa Bergoglio, quien gestionó que la CGT desistiera del paro general dispuesto por su Congreso Central Confederal, el presidente Maurizio Macrì firmó el decreto 1118/16 por el que designó a Francisco Piñón como el representante del Poder Ejecutivo en la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, el órgano regulador y de control de la enseñanza universitaria, tanto pública como privada. Además, por presión eclesiástica el Hada Buena desautorizó a la ministra de Salud, Zulma Ortiz, quien había resuelto la adhesión bonaerense al protocolo nacional sobre aborto no punible. Piñón fue el rector de la Universidad del Salvador que confirió un profesorado honoris causa al dictador Emilio Massera, quien al agradecerlo incurrió en una larga diatriba contra Marx, Freud y Einstein, responsables de la destrucción de las viejas certezas. Según el almirante de quien dependía el campo clandestino de concentración de la ESMA, donde estuvieron secuestrados los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Franz Jalics, la “contraofensiva de Occidente” partiría de la Universidad, como si los tres pensadores judíos europeos provinieran de otra matriz cultural.
Los señalamientos de la designación de Piñón como prueba del desprecio oficial por la educación pública omiten recordar que el provincial Jesuita Jorge Bergoglio le cedió la conducción aparente de esa casa de estudios como parte de un acuerdo con la organización Guardia de Hierro que, después del golpe de 1976 se puso bajo la protección de Massera, quien procuraba su apoyo en la lucha interna con el Ejército, como narra Alejandro Tarruella en su libro sobre esa organización. El ex jesuita Miguel Mom Debussy, ordenado por Bergoglio, afirma que en los viajes entre San Miguel y la Ciudad de Buenos Aires en los que le hacía de chofer, el Provincial le hablaba del proyecto político de Massera, con quien se había reunido varias veces. Al fundamentar la distinción en el Consejo Directivo, Piñón explicó que en torno de Massera se estaba organizando un nuevo movimiento popular. Sólo se opusieron el decano de la Facultad de Filosofía, el ex seminarista Carlos Cullen, y el director del Departamento de Filosofía, Agustín De la Riega, quienes por ello perdieron sus cargos. En una entrevista que le realicé para un libro inédito, Cullen me dijo que en 1975 rechazó el ofrecimiento de Bergoglio de asumir el rectorado de la Universidad porque el Provincial le exigía una obediencia absoluta. Bergoglio se inclinó entonces por Piñón.
Bergoglio dispuso que el honor no fuera conferido en la sede central de la Universidad sino en el colegio de Yatay y Corrientes que dependía del Salvador y se hizo representar por su vice, Víctor Sorzín. “Eso es demostrativo de su ambigüedad, porque no era concebible que pudiera concederse al miembro de la Junta Militar sin la conformidad del Provincial”, sostuvo Cullen. Un cuarto de siglo después, Piñón le dijo al periodista e historiador Hernán Brienza que él negoció con Massera la liberación de Yorio y Jalics pedida por el Provincial. “Como contrapartida, hubo algún tipo de acuerdo político y el nombramiento como doctor honoris causa del marino en El Salvador, que se oficializó unos meses después”. En 2013, increpado por una alumna de la Universidad Nacional de Cuyo, Piñón arguyó que la Universidad del Salvador y Guardia decidieron “hacer ese gesto en protección de compañeros y para salvar vidas”. Los demás panelistas y parte del público se retiraron en repudio. La cronología no respalda esta explicación tardía: Yorio y Jalics fueron liberados en octubre de 1976 y el marino recibió su profesorado honorario en noviembre de 1977. Massera, como Bergoglio, no cobraba sus deudas en plazos tan generosos.
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