EL PAíS
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Crisis y discurso
› Por Washington Uranga
Una lectura rápida de los mensajes de los distintos obispos católicos del país podría llevar a la conclusión ligera de que la jerarquía católica está coordinando su discurso para impactar con mayor éxito en la opinión pública y en la sociedad en general. Es cierto que entre los obispos existen canales de diálogo y que, por ejemplo, la reunión de la Comisión Permanente del Episcopado celebrada la semana anterior fue un momento en el que se pusieron en común diagnósticos y perspectivas entre la veintena de obispos que participaron de la misma, es evidente que lo que sincroniza el discurso y la queja episcopal es la gravedad de la crisis y las necesidades que se manifiestan con síntomas similares a lo largo y a lo ancho del país. En consecuencia, resulta totalmente lógico que aun tratándose de una ocasión fuertemente marcada por el sentido religioso, los pronunciamientos episcopales vinculen ese dato con la realidad, con las preocupaciones y los padecimientos de la gente para, de alguna manera, transformarse en voceros de quienes a diario acuden a la Iglesia buscando apoyo, solidaridad y alternativas.
Por otra parte, en el Episcopado aumenta la preocupación por las derivaciones de la crisis. Los obispos, “no sin cierta aprehensión” como señalaron en su último documento, apostaron al Diálogo Argentino pensando en una herramienta útil para superar las dificultades de la hora. Sin embargo, hace pocos días en la reunión de la Comisión Permanente se escucharon muchas voces de insatisfacción denunciando sobre todo a la incapacidad de la dirigencia de todo tipo –en particular de los políticos y del Gobierno– para cambiar el rumbo, apearse de sus privilegios y transformar en medidas ejecutivas, en disposiciones legislativas y en acciones concretas los acuerdos y las propuestas que surgen del Diálogo. Casaretto, uno de los obispos más comprometidos en la iniciativa dialoguista, admitió “bronca, depresión, ilusión y decepción”, pero no dejó de manifestar su esperanza de que se encuentren los caminos. Pero es claro que la iniciativa dialoguista está sometida a revisión por los obispos. Ahora se está elaborando una agenda y una lista de compromisos para todas las partes con la clara intención de ofrecerla a la opinión pública a fin de que sea la propia sociedad la encargada de reclamar el cumplimiento de los acuerdos.
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