Lun 09.08.2004

EL PAíS • SUBNOTA

Debate sobre qué mostrará, y cómo, el Museo de la Memoria en la ESMA

Memoria Abierta, que nuclea a ocho organismos de derechos humanos, realizó el primer encuentro para discutir las características que tendrá el futuro museo. Se analizaron el rol del Estado, las distintas maneras de recrear el terror y el papel de la sociedad en la iniciativa.

Por V. G.

En la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) habrá un espacio para la memoria. Pero aún resta definir el contenido, el eje argumental de ese sitio. Memoria Abierta, una agrupación que nuclea a ocho organismos de derechos humanos, organizó un encuentro en el que más de cien personas se juntaron para pensarlo. El objetivo fue comenzar con un debate para reflexionar acerca de qué y cómo se va a “recordar” en un futuro museo.
“El museo deberá ser el legado intergeneracional.” “Deberá presentar una articulación de voces y versiones distintas de lo ocurrido.” “Será una herramienta para difundir los proyectos políticos revolucionarios de los años ‘70.” “¿Será el Museo de la Memoria o de la media memoria?” “Será parte de un recorrido turístico de la ciudad.” “Es sólo ‘otra cosa más de los organismos de derechos humanos’.” Estas fueron algunas consignas que Memoria Abierta llevó a la reunión para problematizar. Eran frases recogidas de los medios, de especialistas sobre el tema y de la calle.
“Esta es una convocatoria para los que estamos seguros de que queremos un museo y es la primera de las tres jornadas que pensamos hacer hasta fin de año. La idea es que el proceso hacia el museo sea representativo de lo que queremos que el museo sea: algo abierto y participativo”, dijo como introducción al trabajo Patricia Valdés, directora de Memoria Abierta. Luego, todos los que habían concurrido se ubicaron en diferentes mesas para debatir. Cada grupo –en los que participaron, entre otros, sobrevivientes de la ESMA y otros centros clandestinos de detención, miembros de diferentes agrupaciones de derechos humanos, académicos, periodistas, escritores, militantes sociales y gremiales, familiares de desaparecidos, estudiantes y artistas– debía debatir en torno a una de las frases propuestas.
Uno de los tópicos que quedaron expuestos fue cuál debía ser el rol del Estado en un futuro Museo de la Memoria. ¿Debe sólo garantizar el funcionamiento económico? ¿Debe fijar los contenidos? También surgió la pregunta por el papel de los organismos de derechos humanos. Es lógico que los sobrevivientes, los familiares de las víctimas y quienes trabajan desde hace años en políticas de difusión y educación acerca de lo ocurrido durante la última dictadura tengan un lugar especial en el armado de un espacio para la memoria. Pero a muchos integrantes de organismos de derechos humanos les molestó que, durante el debate que se realizó en la Legislatura porteña la semana pasada, algunos diputados, aun los que tenían la mejor buena voluntad, parecían entender que la ESMA les era “cedida” a estas agrupaciones, cuando lo que ellas impulsan es que sea un sitio construido por y para toda la comunidad.
No sólo quiénes lo harán sino también –y sobre todo– cómo fue parte del debate. ¿El Museo deberá mostrar un reconstrucción exacta del espacio de tortura y horror? Una de las mesas adoptó esta consigna, pero acordó que en todo caso esa reproducción del terror sería sólo un elemento más dentro del espacio para la memoria. ¿En qué fecha comenzará y terminará la historia que se cuente? ¿Hay que sólo mostrar, hay que también enseñar? ¿Hay que incluir lo que dijeron y dicen los perpetradores del genocidio? Todos estos temas comenzaron a ser discutidos y, como era lógico, no hubo una respuesta unánime para ninguno. Aunque hubo un consenso: en el museo debía primar la pluralidad sin caer en justificaciones de lo ocurrido, como la teoría de los dos demonios.
“Fue una experiencia positiva y rescatamos que las frases que más se reivindicaron fueron las más inclusivas, las que hacían alusión a la existencia de una multiplicidad de voces en el museo y la importancia de que éste se convierta en un legado intergeneracional. También se dio relevancia a que el Estado debe garantizar el funcionamiento –pero no delinear el contenido– del museo”, concluyó Valdés e informó que Memoria Abierta, integrada por Abuelas y Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos, CELS, APDH, Serpaj, Buena Memoria y Fundación Memoria Histórica y Social argentina organizarán otro encuentro de este tipo en septiembre.
Después de que el jueves la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires ratificara el convenio firmado entre Aníbal Ibarra y Néstor Kirchner el 24 de marzo pasado, ya no hay dudas de que en la ESMA habrá un espacio para la memoria. Pero aún quedan muchas cosas para resolver. Algunos diputados porteños provenientes del macrismo plantearon sus interrogantes en la sesión de la semana pasada. La mayoría lo hizo con mala fe o tratando de responder al lobby de las escuelas navales que funcionan en la ESMA y no se quieren mudar. Pero no se equivocaron cuando afirmaron que todavía no se sabe a ciencia cierta qué habrá en la ESMA ni en el futuro museo, que será parte de ese predio. Ocurre que eso no es algo que se pueda fijar en un momento sino que será resultado de un debate que será más rico cuanto más sectores participen. Es una discusión que puede ser larga, pero que su proceso mismo constituirá un aprendizaje.

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