Dom 15.08.2004

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Irradiación

› Por J. M. Pasquini Durán

Los resultados de la consulta que hoy decidirá en las urnas si continúa o cancela el mandato del presidente Hugo Chávez excederán los límites de Venezuela para irradiar sus consecuencias sobre América Latina, en especial en los dos países mayores del Mercosur, Argentina y Brasil. Uno de los últimos afiches de la campaña mostraba el rostro sonriente del venezolano escoltado por los perfiles de Néstor Kirchner y Lula Da Silva, asociados en una empresa común de integración regional, a pesar de la diversidad de sus respectivos proyectos nacionales. Desde la perspectiva integradora, un pronunciamiento adverso de la mayoría electoral debilitaría ese propósito compartido y, a la inversa, si el escrutinio confirma esta noche la victoria que anticipan algunas encuestas quedaría más afirmada la posibilidad de construir otra América Latina, libre del legado de injusticia que dejó a su paso el plan neoliberal que mantuvo la hegemonía internacional durante el último cuarto del siglo XX.
Lo mismo que en los demás países latinoamericanos donde las derechas ejercieron esa hegemonía, Venezuela fue transformada en una sociedad dual, de ricos y pobres, con las clases medias partidas entre esos dos polos, ya sea por la condición económica o por la adhesión cultural a una de esas opciones excluyentes. En ese trayecto, los dos partidos que se alternaron en el gobierno, uno socialdemócrata y otro socialcristiano, según las normas de un pacto que, en su momento, puso fin a un largo y sangriento período histórico, terminaron por perder el respeto y la adhesión de buena parte de la sociedad. El coronel Chávez irrumpió en ese proceso de la peor manera, con un intento de golpe de Estado que fracasó y lo llevó a la cárcel. Después decidió acatar las reglas de la democracia, organizó su propio movimiento y así llegó al cargo que hoy está en juego.
La propuesta de fundar una república bolivariana que redimiera a los postergados y excluidos significó una confrontación abierta con los círculos sociales y de negocios que se quedaban con parte del león en el reparto de las riquezas, una de cuyas fuentes principales es el negocio petrolero, ya que Venezuela es el segundo proveedor de Estados Unidos. Esa oligarquía, con el auspicio de sectores conservadores norteamericanos, que controla los más influyentes medios masivos de información, decidió tumbar a Chávez, así fuera por la fuerza o al precio de una guerra civil. También el dualismo quebró a la ciudadanía en dos parcialidades políticas que hasta hace un año parecían irreconciliables en términos democráticos. Hicieron falta las gestiones mediadoras de líderes internacionales para que las partes aceptaran la consulta de hoy y se comprometieran a respetar el veredicto de los ciudadanos. Veedores procedentes de catorce países vigilarán en todo el país la transparencia electoral.
Este resumen, por supuesto, está lejos de reflejar las opiniones a favor y en contra del proyecto bolivariano, que se encuentran tanto en la derecha como en la izquierda del arco ideológico. Entre el alboroto de las polémicas y enfrentamientos hay que destacar, sin embargo, que la aceptación del método democrático para dirimir una discrepancia de tanta envergadura prueba un grado de madurez cívica en Venezuela que, sin duda, tiene consenso latinoamericano, a pesar de tantas atrocidades que devastan a los pueblos y las naciones del hemisferio. No es poco mérito el de este ejemplo, porque si la última palabra depende de la voluntad popular, con aciertos y errores, es una buena razón para guardar esperanzas en el futuro.

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