Dom 16.01.2005

EL PAíS • SUBNOTA

Dueños en estado de alerta

Los dueños de boliches del conurbano están en estado de shock, niegan el ingreso a cualquiera, hacen esperar en la puerta y mandan a alguno a escupirle a la fotógrafa cuando quiere retratar la llegada de la inspección. Eso pasó en la puerta de Pinar de Rocha, en Ramos Mejía, allí donde dijeron, con estridencias y antes de la agresión: “Nos tienen hartos. Nos tienen asustados, nos inspeccionan cada dos por tres”. Y después anotaron prolijamente las señales previas a la clausura (en la provincia, primero hay una advertencia): demasiado paño incendiable, poca luz, mala señalización, dijo la inspección. Así y todo, dueño e inspector compartieron una cerveza. En San Isidro, el dueño del principal boliche de la zona norte dice que ya venían acostumbrados a las inspecciones –una por semana, desde la tragedia de Kheyvis– y que hay más de teatralidad que de eficacia. “A los lugares chiquitos ni los tocan”, dice.
El recorrido junto a cualquier dueño numera las puertas antipánico (que se abren sólo hacia fuera) y el enorme patio interior que ventila las pistas. “No me gusta esto que están haciendo los periodistas, no nos pongan en el candelero –dicen en Sunset–. No me gusta, no te dejo entrar, no te dejo sacar fotos, bueno, sí, una sola...”, tartamudea, sin deseo de asumirse como destino del éxodo. En otra disco de zona norte, aseguran que el desafío es combatir los focos espontáneos de diversión. “Mucha gente le está tomando fobia al boliche –dice Armando, dueño de Cocoliche– y eso nos perjudica a todos. Van con los autos y se instalan en la costanera o en la playa, y eso no puede ser. Nosotros tenemos menos gente, ellos están más expuestos.” La obsesión es la señalización, con mapas de la disco (en Sunset, en La Mónica) detrás de cada barra, en los baños, en la pista. “¿A vos te parece que si hay un incendio eso se entiende?”, se preguntó un visitante, mirando las manchas y colores en el esquema.
La ventaja de la zona sur para resistir a las clausuras, dice el dueño del boliche más grande de Quilmes, es la abundancia de espacios abiertos, arbolados, de jardines y patios. El boliche El Bosque tiene más pasto que superficie techada, y en ese valor hace la diferencia, ahora que los flyers numeran los matafuegos existentes y los avisos en la radio garantizan salidas de emergencia habilitadas. En la era del pánico, el dueño está orgulloso de su Enfermería. “Mirá”, dice señalando la camilla, la doctora y el botiquín cargado, mientras sale una “vomitona” con resaca y ojeras.

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