EL PAíS
• SUBNOTA › LA DEFENSA QUE DESDE LA UCA HICIERON DE MONSEÑOR MACCARONE
“Habló de las verdades que no debía”
› Por A. D.
Desde Santiago del Estero
Cuando Santiago del Estero era una tierra arrasada de mentiras, espías y actores sociales escondidos, apabullados por el miedo, el despacho del obispo Juan Carlos Maccarone funcionó como ámbito de refugio. Espacio de contrapoder donde pasaban laicos católicos, no católicos, un puñado de organizaciones locales aún anémicas y referentes nacionales. “Quienes participaron de la eficaz operación contra él no tuvieron en cuenta que su adversario no era Maccarone sino la verdad”, dijo ayer Jorge Feijóo, rector de la Universidad Católica de Santiago, en una durísima nota de opinión publicada aquí. De esas verdades, continuó, “habló monseñor Maccarone, y de esas verdades no había que hablar”.
Los santiagueños suponen que detrás de la operación que eyectó al obispo hay dos escenarios paralelos. Uno, nacional, donde el estilo del obispo molestaba a los sectores más duros de la Iglesia. Otro, local, que es el que ellos conocen de cerca. De esa trama de Santiago es de la que solía hablar el obispo: “De la verdad en tanto discernimiento de las condiciones objetivas en que se desenvuelve la vida en la provincia, el descubrimiento y explicación de los hechos y acciones que afectan y deterioran las condiciones de vida de los comprovincianos. Hechos y acciones –agregó Feijóo en el artículo– que tienen ideólogos, autores materiales, comedidos, tontos útiles, garantes y protectores”.
Así como el obispado funcionó como uno de los pocos espacios abiertos para las primeras difusiones de los casos de violación a las garantías individuales, el rectorado de la UCA se trasformó durante el período previo a la intervención en el aparato académico que le dio sustento y datos a la marea de denuncias, denunciados y denunciantes. Uno de sus informes permitió saber en 2003 que la provincia tenía el índice de NBI más alto del país o que 76 por ciento de su población dependía directa o indirectamente del empleo público. Ese sector de la Iglesia local, con la colaboración del obispo, en diciembre de 2003 abrió una espacio universitario de Cátedra Libre integrado por miembros de la sociedad civil, ONG de todos los colores para formación de un pensamiento crítico, distinto del imperante.
Maccarone participó en primera línea de ese proceso, como jefe de un ejército. Tras la intervención federal, ese rol continuó. Muchos dicen que su diócesis era uno de los pocos espacios de libertad ya no contra los Juárez, sino contra un poder político aún enclenque y una estructura económica que controla los aspectos productivos y, desde los medios de comunicación, la participación social. Eso se escuchaba los domingos en sus misas, en ronda de curas amigos, en ronda con otros interlocutores sociales. Y creció desde julio cuando el Frente Cívico del gobierno del radical Gerardo Zamora se alineó al juarismo y a sus socios económicos en el Frente Unidos por Santiago del Estero (FUS) para alcanzar la mayoría en el proceso de la reforma de la Constitución. El 16 de julio, Maccarone dio uno de sus pasos más fuertes en ese sentido. Debía presidir la celebración de la Virgen del Carmen, una de las fiestas religiosas más importantes de la comunidad de un pequeño pueblo llamado Villa La Punta, a unos 70 kilómetros de la capital. Pero Maccarone decidió no presentarse ese día sino un día antes. Cuentan en Santiago que lo hizo porque el gobernador asistiría a la fiesta. Como sucedía en los tiempos de Juárez.
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“Habló de las verdades que no debía”
› Por A. D.
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