EL PAíS
• SUBNOTA › QUIEN ES KOHAN
La sombra de Menem
› Por Diego Schurman
Alberto Kohan suele leer Página/12. Pero seguramente no se va a enterar hoy de su citación judicial. Los manuales de medicina recomiendan tranquilidad para todo paciente que se va a someter a una cirugía. Y el ex funcionario menemista pasará gran parte del día en la sala de operaciones intentando salvar su pierna derecha, la que destrozó con un arma de caza en un tiro accidental.
Claro que la actitud paternalista de sus familiares de ponerlo a resguardo de las malas noticias durará lo que la llama de un fósforo. Tarde o temprano –al igual que cuando le tuvieron que informar de la desintegración de buena parte de la tibia y el peroné– se va enterar y va a tener que afrontar la dura realidad.
La situación judicial que deberá atravesar le resultará (quizás) tan dolorosa como la extracción de los 32 clavos de su pierna que hoy le realizarán en el Instituto del Diagnóstico como parte de un cruento método de recuperación ruso al que se sometió con la esperanza de volver a caminar.
Será una semana que Kohan difícilmente olvidará. Al retirarse del gobierno, en 1999, solía jactarse de no tener causas en su contra y de ejercer la política en plenitud, amén de aquellos variados hobbies que nunca dejó de lado, como la caza de jabalíes, el golf, el tenis, la pesca, la escritura, el ron y los habanos cubanos.
La sensación de vulnerabilidad, ahora que está alejado del poder, probablemente agobie por estas horas a este geólogo de profesión al que –valga la paradoja– nunca le entraban balas. “Es de amianto”, solía ser el comentario entre los periodistas sobre la capacidad del ex secretario general de la Presidencia de explicar lo inexplicable. A veces llegaba al extremo.
–¿Por qué Menem quiere la re-reelección? –le preguntó una vez este diario.
–¿Quién dijo que Menem quiere la re-reelección? –contestó entonces con una capacidad de negar la realidad que hacía imposible seguir la conversación.
En donde no ahorraba detalles era en la descripción de sus inicios en la política. Allá por el ’73, trabajó en Aguas Subterráneas y se adentró en el negocio minero. Fue entonces que conoció a ese gobernador de breve humanidad y enormes patillas que lo haría rico.
Nombrado titular de la Casa de La Rioja, Kohan se convirtió rápidamente en un gurka. En el entorno del entonces mandatario riojano supieron darle a esa ortodoxia un aura bíblica, y por eso no dudaron en integrarlo al selecto grupo de los “doce apóstoles” del menemismo.
Evidentemente no heredó la heterodoxia de un padre judío y socialista (“de Palacios”) y una madre católica y peronista (“de después del ’55”). Esa apertura salteó una generación, ya que sus hijos no adularon a San Menem ni bendijeron a rajatabla las políticas neoliberales de los ’90, cuando las inversiones eran recibidas con los brazos abiertos más allá de su origen.
Por esa práctica, Kohan quedó vinculado al BCCI, el banco de Gaith Pharaon, cerrado por las autoridades británicas bajo la sospecha de dejar circular dinero vinculado al narcotráfico. El también ex ministro de Acción Social de Menem fue el gestor de negocios (él admitió haber “facilitado la inversión”) para la instalación de la filial del BCCI en Buenos Aires, la construcción del hotel Hyatt y la nacionalidad para su propietario.
Por entonces, se empezó a gestar el “Manual Kohan de Frases Ilustradas”. “Al dinero no se le pregunta de dónde viene”, era una. “Si alguien tiene pruebas, que vaya a la Justicia, si no es cómplice”, fue otra, que convirtió en su caballito de batalla y hasta utilizó para defender el nombramiento de su esposa, la abogada Marta Franco, como titular de un Registro Automotor.
Nunca fue electo por los votos, a pesar que lo deseó en Santa Fe y la provincia de Buenos Aires. Siempre llegó a un cargo político gracias a los buenos oficios de terceros y muy a pesar de sus históricos enemigos internos, como Carlos Corach o Eduardo Bauzá. Cuando se alejó momentáneamente, en tiempos del “Swiftgate”, ofició de “canciller en las sombras”, según palabras de Domingo Cavallo, quien supo conocerlo de cerca. Así, realizó visitas a destinos inciertos y por razones nunca aclaradas.
Tras su regreso a la estructura formal del gobierno, en 1995, luego de una pausa de 5 años, no logró eludir las especulaciones que lo vinculaban en el affaire IBM-Banco Nación, en donde apareció muerto Marcelo Cattáneo, el hermano de su segundo en la Secretaría General, con un recorte de diario alusivo a la investigación en la boca. Un claro mensaje mafioso.
Las sospechas de un enriquecimiento ilícito llegaron a la prensa mucho antes que a una causa judicial. Cuando ya se eyectaba del poder, reconoció ante Página/12 que su ingreso orillaba los 10 mil pesos mensuales, entre el sueldo y los gastos protocolares.
–Tiene una casa en Martínez, un Mercedes Benz, una cuatro por cuatro Land Rover Discovery, etc., etc., etc. ¿Con ese dinero puede mantener todo? –le preguntó este diario en septiembre de 1999.
–No. Mi mujer también trabaja. Es abogada y trabajó toda la vida.
Habrá que ver si, una vez que termine su post-operatorio, ofrecerá la misma respuesta ante la Justicia.
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