EL PAíS • SUBNOTA
La abogada española Soledad García Muñoz coordina el “Proyecto CEDAW-Argentina” del instituto Interamericano de Derechos y desde ese lugar viene batallando por la aprobación del Protocolo de la Cedaw. Aquí señala los obstáculos que sufrió su tratamiento y explica para qué sirve ese instrumento.
› Por Mariana Carbajal
Todavía no lo puede creer. Soledad García Muñoz no puede disimular su alegría. Se le nota en la cara. Hace dos años que la ratificación del Protocolo Facultativo de la Convención contra toda forma de Discriminación hacia la Mujer (Cedaw, por su sigla en inglés) es casi una obsesión para esta abogada española, profesora de Derecho Internacional de la Universidad Nacional de La Plata e integrante del Comité Ejecutivo de Anmesty International. “Hoy vemos que esa deuda histórica con los derechos de las mujeres empieza a saldarse”, evaluó ayer, en una entrevista con Página/12, en la que explicó cómo podrá usarse este instrumento internacional, el más importante para combatir la discriminación contra las mujeres.
Como consultora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, García Muñoz encabeza desde 2004 un proyecto que apunta a conseguir la ratificación incondicional del Protocolo de la Cedaw. Con ese objetivo –casi una obsesión– en estos dos años ha dedicado sus esfuerzos a articular acciones junto con el movimiento de mujeres para contrarrestar las fuertes presiones de la jerarquía católica en contra de la aprobación de este complemento de la Convención contra toda Forma de Discriminación hacia la Mujer, que tiene rango constitucional desde 1994. Ahora, la mira estará puesta en Diputados, pero se descuenta que allí el trámite parlamentario tendrá menos obstáculos.
–¿Cómo se llega a esta sanción?
–Ha sido un proceso largo, con muchas idas y vueltas. Desde que el Protocolo Facultativo fue adoptado por la Asamblea de la ONU en 1999, se viene reclamando su ratificación sin reservas. Argentina es el único país del Mercosur que todavía no lo ha ratificado. Ya suman 82 los países que lo han ratificado en todas las regiones del mundo. Es muy llamativo que este tratado que defiende los derechos de las mujeres haya tardado tanto tiempo en recibir una respuesta favorable. Su ratificación es un acto de coherencia con el compromiso que Argentina viene manteniendo en democracia con los derechos humanos y el resultado de un esfuerzo mancomunado del movimiento de mujeres y de derechos humanos a lo ancho y a lo largo del país. Hasta el grupo U2 y la Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos, Louise Arbour, hicieron un llamamiento para su aprobación en su paso por Argentina.
–¿Por qué la Iglesia Católica ha desarrollado una fuerte campaña en contra de la ratificación del Protocolo?
–Sectores religiosos con mucha influencia han tratado de instalar mitos tales como que este tratado atenta contra la soberanía nacional o que abre la puerta para la legalización del aborto. Este es un tratado que no crea nuevos derechos. Pero también hay que decir que ha habido muchas iglesias y grupos religiosos como los que son parte del Consorcio Latinoamericano de Iglesias, que lo han apoyado fuertemente. ¿Por qué de estas resistencias? La respuesta está ligada a la falta de comprensión que existe en muchos sectores de la población sobre la importancia y el significado de los derechos de las mujeres. Fourier decía que los avances de la sociedad se pueden medir por el avance de las mujeres como colectivo históricamente postergado en la conquista de sus derechos. Hoy Argentina ha dado un paso fundamental para el adelanto de las mujeres y por tanto de la sociedad toda.
–¿El Episcopado ha hecho lobby en contra?
–Por lo que me han contado sí. La última noticia que tengo es que esta semana ha llegado a los senadores una carta del Secretariado Nacional para la Familia, con el membrete de la Conferencia Episcopal Argentina, que lleva la firma de una asesora, Rita Barros Uriburu de Sverdlik, donde pide que no apoyen la ratificación con argumentos tales como que “promueve la homosexualidad” y “desprecia la función materna”.
–¿Cuál es la importancia del Protocolo?
–El Protocolo crea dos mecanismos para la mejor protección internacional de los derechos de las mujeres. Uno es el mecanismo de quejas individuales que habilita a las mujeres que son víctimas de una violación de los derechos consagrados en la Convención de la Cedaw puedan acudir al comité u órgano que monitorea el cumplimiento de ese tratado, después de agotar los recursos judiciales en el país. El otro mecanismo le da competencia al comité para investigar situaciones de violaciones graves y sistemáticas de los derechos de las mujeres. Este último mecanismo se ha puesto en marcha en relación a la situación de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, en México.
–¿Qué casos argentinos podrían llevarse al Comité de la Cedaw?
–En Argentina hay muchos casos de discriminación y violencia hacia las mujeres que si no son debidamente atendidos por el Estado, podrían llegar a ser objeto de reclamo internacional. Las mujeres víctimas de violencia tienen muchos obstáculos para encontrar justicia: todavía se suelen atender estos casos, desde que la mujer entra a una comisaría, con las perspectiva de que es una cuestión privada. Y no lo es. En materia de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos, el movimiento de mujeres está trabajando muy activamente con el fenómeno de trata de personas, que es cada vez más extendido en el país.
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