EL PAíS • SUBNOTA › BERON, VICTIMA DE LA TRIPLE A
Jorge Valentín Berón tiene 48 años y un taller mecánico al lado de su casa en el que trabaja día a día. Su casa está en Constitución, un barrio humilde en la afueras de la localidad mendocina de San Rafael, a un kilómetro y medio de la ciudad. Tiene tres hijos y un sueño cumplido, el cuatriciclo que armó con sus propias manos, en el que saca a pasear a la familia. Define su vida como “tranquila”. Esta persona sencilla estuvo desaparecida durante un año y dos meses cuando era menor de edad y es uno de los dos casos en los que se basó el juez federal de San Rafael, Raúl Acosta, para fundamentar el pedido de captura internacional de la ex presidente María Estela Martínez de Perón.
Jorge es el menor de nueve hermanos y cuenta cómo fueron el secuestro y desaparición por los que pasó junto a otros dos. “Yo tenía 17 años y en esa época trabajaba en la cosecha de la uva. No hacía mucho que nos habíamos acercado a la Juventud Peronista (JP), salíamos a hacer pintadas y a volantear, nada más. Una noche de febrero de 1976, a eso de las cuatro de la madrugada, entraron los militares a buscarnos. Parecía un bosque de olivos, porque el operativo fue impresionante, bajaban de arriba del techo, salían de todas partes. Ahí nos llevaron a mí y a mi hermano Luis Abelardo. A Juan Carlos ya lo habían llevado una semana antes.” Ese 25 de febrero secuestraron también al todavía desaparecido Aldo Faguetti, el otro caso que tomó el juez para la causa.
Sobre su militancia en la JP, el mecánico hace un relato en que se vislumbra un dejo de rencor por lo que le sucedió. “Eramos un montón de boludos, a los que se nos acercaron dos o tres tipos que nos dijeron que había que recuperar el país. Y ahora que tengo 48, me doy cuenta que nuestras reuniones eran totalmente pelotudas, no tenían sentido. Pero uno iba porque quería tener un ideal, ir atrás de algo que modificara las cosas, para que el país vaya para adelante.”
A partir de aquel día de febrero comenzó una historia de terror en la que las torturas y las vejaciones se volvieron cosas de todos los días. “Primero nos llevaron a dependencias policiales (la Jefatura Distrital de San Rafael), pero éramos constantemente custodiados por el Ejército. Yo creo que ahí éramos catorce o quince personas en la misma situación. Después nos trasladaron a la Penitenciaría.” A Berón le cuesta responder cuando se le pregunta sobre las torturas. “No es que no quiera hablar, lo que pasa es que es mucho daño. No tanto las secuelas físicas que te quedan, sino las psicológicas, que son peores. Hay cosas que no las quiero ni las puedo decir”, afirma midiendo sus palabras. Treinta años después aún le quedan los rastros de la picana que le aplicaron en la boca, lo que le hizo perder gran cantidad de dientes, aparte de las trompadas y patadas que recibió.
A pesar de ser menor, uno de los agravantes por los que el juez tomó su caso, un tiempo después fue trasladado a la Penitenciaría de la capital de Mendoza, y luego finalmente los subieron a un avión Hércules y los llevaron hasta la Unidad 9 de la ciudad de La Plata en la provincia de Buenos Aires. Un año y dos meses después de haber sido secuestrado en su casa, lo liberaron. “Cuando salí tenía un cagazo bárbaro. Me largaron junto a otros dos compañeros, uno de San Rafael y otro de Mendoza. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar en la calle, porque no sabíamos si nos iban a hacer boleta.”
Cuando regresó a San Rafael junto a sus dos hermanos se enteró de que no se sabía nada de otro de ellos. “A José Guillermo se lo llevaron unos seis meses después que a nosotros. Estuvo detenido en un destacamento de bomberos que hay acá en San Rafael. Fue lo último que supimos de él porque todavía está desaparecido.” Volvió a lo de su madre, de donde lo habían arrancado esa madrugada, y, a pesar del constante patrullaje del Ejército, dice que no volvieron a buscarlo.
Todavía sigue en el mismo barrio, en la misma casa. “Si la María Estela firmó un decreto porque se equivocó, porque no sabía lo que hacía o qué sé yo, que se haga cargo”, dice con cierto enojo.
Informe: Julián Bruschtein.
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