Jue 18.01.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Un discurso con efectos no esperados

› Por Luis Bruschtein

Cuando se conoció la medida que impedía la presencia de las hinchadas visitantes en los partidos de fútbol, un furioso Maradona dijo que se trataba de una maniobra del Gobierno para tapar el caso López. Cuando fue el secuestro de Gerez, sectores de la oposición también acusaron al Gobierno por el mismo motivo: tapar el secuestro irresuelto de López por otro resuelto. Ahora, Roberto Lavagna acusó al Gobierno –usando el eufemismo de “los que fueron echados de la Plaza por Perón”–, de realizar “una maniobra distractiva” con el pedido de detención de Isabel Perón, “para tapar problemas como la suba de precios”.

El caso López, de cuya desaparición se van a cumplir cuatro meses, es un problema grave para el Gobierno porque la investigación no avanzó ni un centímetro. Pero los otros dos casos, en los que está acusado de haberlos generado, también son un problema, porque el caso Gerez no termina de esclarecerse y porque el juicio a Isabel Perón produce irritación y malestar en parte del peronismo en pleno año electoral. Si se tratara de una venganza, el Gobierno habría elegido el momento menos oportuno. Los operadores más conspirativistas del oficialismo sugieren lo contrario: que la causa de la Triple A fue reactivada ahora para ensuciar la relación del Gobierno con el peronismo.

El lunes pasado, Juan Carlos Blumberg y Mauricio Macri lanzaron la propuesta de convocar a todo el espectro no oficialista a una mesa política para diseñar un proyecto opositor unificado. Era evidente que no todos los que mencionaban iban a aceptar y que a muchos, como Lavagna, el radicalismo, Elisa Carrió y Telerman, tampoco les gustaría verse incluidos en ese espacio. Solamente Blumberg y Macri sabrán si incluirlos fue ingenuidad o maniobra. Por ese motivo, Carrió insistió en que se trataba de “un montaje del poder”, en el mismo curso que los casos del fútbol, de Gerez y de Isabel. Desde el macrismo la criticaron, entonces, porque esa actitud era “funcional al Gobierno”.

Esa línea de oposición presenta la imagen de un gobierno omnipotente que maneja todos los hilos, incluso los de la oposición. La otra opción crítica sería exactamente la contraria: se trataría de un gobierno débil porque no puede resolver los casos de López y Gerez, porque no puede controlar a los jueces de la causa de la Triple A o porque no puede controlar los precios. Pero, en alguna medida, la debilidad resulta exculpatoria.

Sin embargo, la experiencia demuestra que, salvo a un sector de las capas medias, a la mayoría le importa menos la culpa que las consecuencias. Es más atractivo, desde el punto de vista electoral, y sobre todo para el centroderecha, un gobierno fuerte que uno débil. O sea que, en cierta medida, con esta línea argumental, la oposición termina haciendo campaña por el oficialismo. Y no porque la gente crea en todas las movidas conspirativas, sino porque percibe la imagen que la oposición proyecta del Gobierno.

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