EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Mario Wainfeld
La crisis de los partidos políticos multiplica exponencialmente la primacía de los protagonistas. Roberto Lavagna mira con indisimulada sorna las jugadas de sus aliados tratando de “instalar” vices o candidatos distritales. “Son tonterías” musita ante quien quiera oírlo, expresándose a veces de modo más coloquial y drástico. Sin parar mientes en ese desdén, su espacio fue productivo en operaciones de esa laya. En esta semana surgió una rencilla entre Jorge Sarghini y Francisco de Narváez por la candidatura, francamente virtual, a gobernador de la provincia de Buenos Aires y la de Javier González Fraga a jefe de Gobierno porteño. A su turno, Federico Storani se propuso para integrar la fórmula presidencial con el ex ministro. Tales globos de ensayo tienen como base de lanzamiento los medios, en especial la prensa escrita.
Lavagna desdeña esas jugadas y deja sentado que él resolverá quién lo acompañará, en soledad, como resolvió el momento de anunciar su lanzamiento. Mauricio Macri deshoja la margarita entre la nación y la capital. En su entorno, hay consejos, maniobras, pero todos saben que el ingeniero resolverá solito y solo esas cuitas. Su colega Juan Carlos Blumberg también consultará con la almohada. Puede ser que Macri y Lavagna resuelvan aliarse. Lo harán los dos, los otros (aun los espontáneos que ya saltaron a la liza) se enterarán oportunamente.
Lo de pingüino o pingüina acaso se resuelva entre dos.
- Cristina Fernández de Kirchner viajó a París y desató repercusiones desmesuradas. El oficialismo da por hecha la consolidación internacional de la senadora, que no obtuvo gran centimil en los medios franceses. Difícil que fuera de otro modo cuando Cristina no supera el rango de cuasi candidata.
- El despliegue mediático oficial se centró en la difusión de imágenes de la senadora y retaceó su presencia discursiva. La voluntad subyacente es la que domina a todo difusor de campaña: la emisión de un mensaje único, no sujeto a interpretaciones o relecturas. La soberanía del espectador, la capacidad del público para resignificar la información, son desdeñadas por la mayoría de los masters en comunicación política. Cristina asistió a un partido de fútbol, que la selección ganó con justicia y con lo justo. Esa decisión módica, las fotos que la ilustran, son leídas como una proeza, no exenta de dotes cabuleras. “Se arriesgó a perder y ganó”, comentan allegados que le hacen imagen y creen que hablan en serio.
La oposición destroza el viaje, “patético” para Mauricio Macri. En rigor parece que el objetivo básico, la firma del tratado, se bastaba para garantizar la calidad de la gira. Y que haber obtenido entrevistas con Ségolène Royal y Nicolás Sarkozy le dan un razonable condimento político. Las desmesuras, inclusive las críticas, le atribuyen una centralidad que no tendrá en la historia y que, da la impresión, tampoco le cupo en las tertulias de café.
- Avidos de cobertura mediática, los candidatos y sus adláteres leen con suspicacia toda noticia que no les convenga, que no les interese o que no consulte el ángulo que ellos proponen. Las denuncias de cortinas de humo son asiduas. Lavagna cree que lo fue la cobertura del baile propinado a jóvenes policías, para encubrir el sucedido del Indec, que sin embargo ganó varias tapas de diarios. El Gobierno atisba manos negras nativas o internacionales detrás de las críticas a sus modificaciones en el índice de precios al consumidor.
- Macri critica el índice, promete su variante PRO y se manda a la feria a corroborar de visu el precio de la lechuga. Hay fotos y filmaciones del hallazgo metodológico, más vale.
Individualistas, pródigas en imágenes, avaras en palabras, las campañas (que se supone no existen) parecen destinadas a un público distraído, despolitizado, un tantín frívolo. Tal vez no sea para tanto, ojalá no sea para tanto.
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