EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
El rabino argentino León Klenicki recibirá la máxima condecoración que la Iglesia Católica, Apostólica, Romana concede a sus propios laicos. Benedicto XVI lo dispuso por la contribución de Klenicki al diálogo entre católicos y judíos. La Orden de San Gregorio Magno ya había sido entregada en la Argentina al fundador en 1922 de los Cursos de Cultura Católica, director desde 1929 de la revista Criterio y ministro de Educación en 1955 que permitió el funcionamiento de las universidades confesionales Atilio Dell’Oro Maini; al director de la agencia noticiosa del Episcopado, Miguel Wojtes y al ex embajador en el Vaticano Santiago de Estrada, padre del actual jefe de la Legislatura porteña.
Filósofo de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Klenicki se doctoró en el Hebrew Union College de Cincinnati, Ohio, Estados Unidos, con una tesis sobre “El lenguaje místico de San Juan de la Cruz”. Es profesor de la Universidad Austral e integra la Fundación Carolina, que conduce en España Rosa Conde.
Acerca de su desempeño durante la última dictadura argentina pronto se publicará una página de interés, dentro de un libro sobre el trato deparado a los judíos argentinos en aquellos años. Su autora, Gabriela Lotersztain, decidió escribir esta historia el 24 de marzo de 1996, al observar la multitud que en la Plaza de Mayo participaba en la conmemoración del vigésimo aniversario del golpe. Esa noche supo por su padre, el historiador Israel Lotersztain, que los secuestrados judíos habían sido una proporción muy superior a la de su porcentaje en la sociedad argentina y que habían recibido un trato especialmente cruel. Gabriela murió antes de cumplir los 37 años sin haber publicado el libro. La edición fue asumida por sus padres, como homenaje familiar y en atención al valor del texto. La enfermedad que sufrió fue leucemia, pero su familia cree que su cuerpo no pudo resistir todo el dolor con el que se encontró en las entrevistas con víctimas, familiares y personalidades de distintas organizaciones dentro y fuera del país.
En una carta dirigida a conocidos y amigos, Israel Lotersztain cuenta las amenazas que está recibiendo en estos días el juez Carlos Rozanski, presidente del Tribunal Federal Oral Nº 1 de La Plata. Ese es el tribunal que condenó al ex comisario Miguel Etchecolatz y que este año juzgará al sacerdote Christian von Wernich, ex capellán de la Policía de Buenos Aires, quien fue acusado por siete homicidios y 45 privaciones de libertad y torturas, entre ellas la del editor periodístico Jacobo Timerman. Uno de los capítulos del libro está dedicado al emblemático caso de Timerman. Las amenazas a Rozanski comenzaron una vez que decidió trasladar a Von Wernich a una cárcel. El proceso a Von Wernich es uno de los episodios que el presidente de la Iglesia católica argentina Jorge Bergoglio considera parte de una “persecución”, como dijo al inaugurar las deliberaciones de la Conferencia Episcopal hace dos semanas.
La investigación, a lo largo de cinco años, estableció el “lamentable papel de la dirigencia comunitaria local”, la conducta ambigua y contradictoria de Israel y el accionar de “las muy influyentes organizaciones judías en los Estados Unidos”. Una de ellas era la Liga contra la Difamación de la B’Nai B’rith, donde Gabriela entrevistó al rabino Klenicki, quien durante tres décadas dirigió su departamento de asuntos interreligiosos. Este es su testimonio:
“Me entrevisté en numerosas oportunidades con el cardenal Juan Carlos Aramburu, conocido por sus excelentes relaciones con los militares. Por ello, y con el pretexto del diálogo entre las religiones, intenté en más de una oportunidad que me ayudase a indagar sobre algunos desaparecidos. Finalmente, y durante una de esas entrevistas, el cardenal me advirtió que no debía prestar oídos a esas denuncias sobre las pretendidas desapariciones, porque todo eso formaba parte de una campaña de propaganda del comunismo internacional. Y a título de ejemplo añadió que en Nueva York existía un diario comunista que hacía constante propaganda en contra de la Argentina. Yo le respondí que el diario del Partido Comunista estadounidense, The Daily Worker, hacía rato que había dejado de publicarse, a lo que Aramburu me contestó que el periódico al que se refería era otro, y que llevaba en su nombre la palabra New York. Le pregunté entonces azorado si se refería al New York Times, y el cardenal me contestó que efectivamente ése era el diario comunista.”
Concluye Israel Lotersztain: “Sólo quería transmitirles un breve fragmento, sumamente ilustrativo, sobre quien era, al fin y al cabo, un superior jeráquico de Von Wernich”.
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