Para unos sirvió como cábala. Para los otros, como un condimento para saber lo que tiene entre manos la candidata que podría gobernar al socio del Mercosur. El encuentro de CFK con los empresarios brasileños repitió el mismo ritual que había protagonizado Néstor Kirchner hace cuatro años. En la cabecera de la mesa, la candidata; a su alrededor, los directivos de las principales compañías. Estaban representadas Vale do Rio Doce, Grupo Gerdau, Ambev (en la Argentina controla Quilmes y Pepsi), Ita, Marfrig, Andrade Gutierres, Braskem, Friboi, Coteminas, Odebrecht (que participó en la construcción del Gasoducto del Sur y que estaba siendo investigada en el caso Skanska), Apex, Petrobras, BNDES, Embraer, Marcopolo y Camargo Correa (propietaria de Alpargatas y Loma Negra). Ante ese auditorio VIP, Cristina Kirchner desgranó las líneas de lo que será su gestión en caso de ganar el 28 de octubre. “Los ejes serán el superávit fiscal y el superávit comercial y el tipo de cambio competitivo, con flotación administrada. También la acumulación de reservas ante la volatilidad internacional y mejorar la calidad y la cantidad de las manufacturas”, enumeró. Luego CFK dedicó varios párrafos a elogiar “el potencial industrial” de Brasil y se propuso seducir a los empresarios exhortándolos a invertir más en la Argentina. “Necesitamos aumentar el nivel de inversión. Ustedes tienen un rol importante. Un aumento del 5 o 6 por ciento en la inversión nos ayudaría bastante”, subrayó. También destacó los beneficios sociales que, se supone, debería tener el crecimiento económico. “El conjunto de la sociedad tiene que percibir una parte del crecimiento, si se lo lleva un solo sector eso puede durar un tiempo, pero no dura todo el tiempo”, dijo en lo que pareció una sutil advertencia a los hombres de negocios.