EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Mario Wainfeld
La ciudad de Buenos Aires es bella, altiva, cosmopolita y dicen que da para todo. Hace cosa de tres años dio para una discusión aldeana, que vale la pena rememorar. Grupos confesionales católicos, que contaban con el apoyo expreso del cardenal Jorge Bergoglio, bregaron para que se prohibiera una muestra retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. Cuestionaban su contenido, a lo que tenían absoluto derecho y querían censurarlo, injustificada y abusivamente.
En la Argentina post dictatorial cuela poco un discurso represor, para conmover almas bellas se adornó el reclamo con bizantinismos. Se adujo que era lesivo herir sensibilidades en un ámbito oficial, que nada obstaba a una exposición en una galería privada. El dislate conceptual tenía su núcleo ideológico: los impugnantes creen (siguen creyendo) que el espacio público es el imperio de la unanimidad, cuando debe cobijar el pluralismo y la tolerancia.
La presión fue enorme, la autoridad política no cejó, hubo patoteadas, desautorizadas con menos énfasis que el usado para cuestionar al artista-hereje.
¿Qué cambia a partir del premio recibido ayer por Ferrari? Nada esencial, lo que se puso en juego no era la calidad de su obra sino su derecho a difundirla y el derecho ciudadano a conocerla. Esos derechos no se circunscriben, para nada, a las grandes obras o a los mejores artistas. No son privilegios de elites, así fuera fundadas en mérito o talento. Son libertades básicas por las que bregan hombres y mujeres de todo el mundo desde el principio de los tiempos y que se redondearon (por decirlo de algún modo) tras la Revolución Francesa. Mirada desde este ángulo, la obra de arte es una variante calificada de la libertad de expresión.
El reconocimiento a Ferrari, eso sí, da cuenta de sus calidades y desnuda la enormidad que anhelaban los censores: privar a los habitantes de la ciudad del acceso a bienes valiosos, cotizados en el techo del mundo. Taparle los ojos no “apenas” ante la belleza (valor indefinible y siempre opinable) sino básicamente ante la diversidad.
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