Lun 19.11.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Espacio natural

› Por Alfredo Zaiat

Puede ser por el deseo de que cambie una orientación económica que los incomoda. Puede ser que todavía exista resistencia a comprender el tipo de gobierno que encarna el kirchnerismo. O puede ser que sea una torpe tarea de lobby para limar a futuro al ministro de Economía de Cristina Fernández. Lo concreto es que sostener que Martín Lousteau planteará cambios al modelo económico significa desconocer el lugar que ocupan los ministros en la organización del actual poder de la Casa Rosada. Y también el pensamiento del propio Lousteau. Como no sugerirá ninguna gran modificación, o ninguna de las que esperan en la city o los economistas-consultores, debido a que ya ha dado muestra de fe al actual rumbo económico, aparecerá entonces que a Lousteau no lo dejaron avanzar en sus proyectos, cuando en realidad no tenía ninguno en especial.

Pese a la pretensión de muchos, los ministros han empezado a ocupar el lugar de ejecutores de una política ya definida, y en la que coinciden. Durante décadas, el establishment depositó en el morador circunstancial del despacho principal del Palacio de Hacienda una capacidad de manejo independiente del resto del Gobierno, que lo convirtió en un superior con respecto a sus pares de gabinete y en un funcionario que llegó a disputarle espacios de poder al mismísimo presidente de la Nación. El caso más emblemático fue el avasallador Domingo Felipe Cavallo.

Ya con Roberto Lavagna, aunque él tuvo la capacidad de retener cierto espacio de autonomía debido a que las condiciones en que se desarrolla la economía eran menos apacibles, luego con Felisa Miceli y posteriormente con Miguel Peirano, y a partir del 10 de diciembre con Lousteau, el ministro de Economía pasó a ser un subordinado del Presidente, como el resto de los ministros y como lo estipula la Constitución nacional. Esa obviedad no es tal si se tiene en cuenta que ese cargo ha tenido, históricamente, un lugar relevante en los gabinetes nacionales. Las crisis periódicas colocaron a ese funcionario por encima del resto, distorsión que ha sido una manifestación de los profundos desequilibrios que se expresaban en las variables de la economía.

Aunque para muchos parezca una señal de debilidad de los últimos ministros de Economía, la ubicación en su espacio natural, por cierto importante y privilegiado, es una de las principales virtudes del actual proceso político. Esto no significa que este o cualquier ministro se transformen en una figura decorativa, pero tampoco en un poder dentro del poder, como estaba habituado el establishment. En estos años se ha probado que se puede manejar la economía, si bien con un contexto internacional muy favorable, sin necesidad de alquilar el ministerio a fundaciones o centros de estudios financiados por el poder económico.

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